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Matar al Mensajero

Edición: Obra Social y Cultural de Caja Segovia, Madrid, 1997. ISBN: 84-923269-0-5 Precio: 9

La novela histórica Matar al Mensajero, editada por la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, mereció el Premio Nicomedes García Gómez en el concurso de novela que el Centro Segoviano de Madrid patrocinó con motivo del LXXV aniversario de su fundación. Se trata de una versión sui generis de las memorias de aquel Gonzalo Copete, pariente del obispo Diego de Rivera y alcalde de Turégano, que mientras el señor abandonaba la diócesis para combatir en el ejército de sus hermanos, los Silva y los Rivera, contra el comunero toledano Padilla, él mismo convirtió al castillo en uno de los principales focos de resistencia a la Comunidad de Segovia en defensa del rey Carlos I. Al morir el obispo en el año 1543, Copete se negó a entregar la fortaleza y las demás posesiones del Señorío a la Iglesia segoviana, y el propio Carlos I, ya emperador de Alemania, se vio obligado a enviar al alcalde de Turégano una bellísma y dura carta, conservada en el archivo de la catedral, ordenando tajantemente obediencia incondicional a los obispos de Segovia, los legítimos señores de la villa desde el año 1123: "(...) Os mando que Luego que con esta cédula fuéredes requerido, deis y entreguéis la dicha fortaleza de Turégano, con todo lo que en ella hay por inventario, ante la persona que para ello fuese nombrada por los dichos deán y cabildo, sin poner a ello excusa ni dilación alguna para no facerlo. Fecha en Madrid apud día del mes de marzo de mil y quinientos y cuarenta y tres años. Yo el Rey.»-. Con el pretexto de unas memorias espurias del alcalde Gonzalo Copete, en la novela se cuentan diversos acontecimientos ocurridos en la villa episcopal durante todo el siglo XV, centrados principalmente en la figura del prelado Juan Arias Dávila y en la muerte del supuesto mensajero que envió el rey Enrique IV para conminar al obispo a entregar la fortaleza tureganense. En presencia de un joven Fernando el Católico, ya rey de Sicilia y esposo de la princesa Isabel, y que, como en otras muchas ocasiones, se encontraba esos días en la fortaleza, el obispo mandó ahorcar al mensajero del Rey de Castilla y puso, una vez más, el Señorío al servicio de la causa de Isabel la Católica.

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