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PROGRAMA DE FIESTAS 2016

04/09/2016

Un año más el cronista oficial de esta villa se asoma al Programa de las Fiestas en honor del Dulce Nombre de María. Esta vez, en el año del centenario de la muerte de Miguel de Cervantes.
Tres veces ha sido pregonero de estas fiestas y, mucho antes de ser nombrado cronista oficial, sus intervenciones en el programa de fiestas fueron las de un tureganense enamorado del lugar donde nació, vivió y murió toda su familia. Fue para él un honor haber escrito varios libros sobre la historia de esta villa y centenares de artículos periodísticos sobre los avatares del lugar donde nació y donde siempre estuvo su corazón en lo personal y en su trabajo profesional.
Nuestras fiestas patronales 2016 se acercan. Asoman las voces y se presienten sus ecos. Fiestas en “Honor del Dulce Nombre de María”, como se decidió hace doscientos años para que no hubiera en Turégano enfrentamientos devocionales entre la del Rincón, la Salud, los Remedios, el Carmen, el Burgo, el Rosario y otras advocaciones de la madre de Dios.

Historias de la historia, Antonio Pérez, uno de los hombres más importantes de la historia de España, dio un recital de la cocina del siglo XVII en Turégano. Mientras estuvo en el castillo, preso de Estado por orden del rey Felipe II, comía “pescado, perdices, aceite, turmas criadillas de tierra, cabrito, nueces, castañas, huevos, camuesas y vino, sin faltarle las partidas de nieve para los refrescos” ¡Todo un lujo!
Tres siglos después, España en guerra contra los Estados Unidos de América (1898), el bachiller Lucas Rodríguez López presentó en Toledo una tesis doctoral aprobada cum laude "bajo los auspicios de la Inmaculada Siempre Virgen María que bajo el título de La Salud tiene una eximia veneración en Turégano" —todo ello en latín: "in oppido vulgo TUREGANO diocesis segoviensis eximia veneratione tolitur pro licenciatus gradu in sacra theologia obtinendo”.
Más tarde, las fiestas del Dulce Nombre de María de 1915 se toparon con un escritor anti taurino y con retranca que explicó que en una calle de Turégano se había formado con estacas una pequeña empalizada, y el toro, quieto en el centro, miraba a los mirones. Continuamente engrosaba el número de los campesinos. Se saludaban con efusión, preguntándose unos a otros:
—¿Vienes de ver al toro?
—¡De verlo vengo!
—¿Y qué tal facha hace?
—¡Muy majo!
Todos miraban que se hartaban hasta que llegó Pascualón, que doblaba con los músculos del antebrazo una barra de hierro. Le miraba embobado, ardiente, bajo una pesadumbre de envidia.
—¡Ehh, torooo! —le llamó.
El astado oyó la voz poderosa, volvió su cabeza y miró. Pascualón el de Turégano le llamó otra vez y el toro ni se movió. Parecía una estatua de bronce.
No fue una operación sencilla colocarle en los cuernos la maroma. Por fin, cuando estuvo en su sitio, atada con tanta destreza que sin tener otros puntos de apoyo que los resbaladizos cuernos la soga quedó sujeta como con clavos.
El sol salía y con él el toro arremetió contra los que se pusieron delante y atrapó a uno de ellos como quien coge una mosca en el aire. Iba el toro a recoger al caído por su empuje, cuando la maroma le obligó a mirar atrás… Los valientes huyeron a pierna suelta, y no, por desgracia, tan de prisa, que el fiero animal no pudiera vengarse. Su camino parecía el infierno…”

Era por entonces cuando en nuestra villa “echar el alboroque” (comer juntos una tajada de bacalao al ajo arriero) elevaba en esos días el trato a la categoría de compromiso púbico y legal. La villa se revestía de improvisadas mesas de cantina atendidas por taberneros de quita y pon, a veces con una simple garrafa de vino de la tierra, un pellejo y bollería de las siete panaderías del lugar.

Cuando el 25 de mayo de 1085 el rey castellano Alfonso VI arrebató a los moros la ciudad que fue capital del reino visigodo, Toledo albergaba toda la carga simbólica de la Reconquista y el rey moro Al-Qádir obtuvo un pacto de capitulación que incluía el respeto de la vida, las haciendas y las costumbres religiosas de todos los musulmanes que escogieran quedarse en la ciudad “con justicia, equidad y rectitud”.

Que las voces y los ecos de nuestras fiestas, ante fiestas y post fiestas se vivan con justicia, equidad y rectitud, como explicó hace mil años un español sin odio ni rencor. ¡Que nuestra hospitalidad no sea una mera leyenda!


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