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El fuego y la palabra.

27/09/2015

26 de septiembre de 2015.

Mi querida villa de Turégano:
Hace apenas dos días que te escribí esta carta, pueblo amado, y hoy tengo el honor de hacerla pública al pie de la imagen más antigua de la Virgen María que tienes en tu espectacular patrimonio artístico.
Con fervor e interés quiero recordarte que hace cincuenta años tus calles estaban preñadas de tristeza, desolación y pena. Lágrimas, muchas lágrimas también. Olían a humo tus calles y las personas. Doy fe de ello.

Apiñados como racimos de uva imperecedera, aquí están hoy tu cronista y los turéganos, o tureganenses como así nos llaman.
Los presentes y los ausentes, pues cada uno de nosotros lleva en su corazón y en sus recuerdos la presencia de sus antepasados… Porque mientras exista el dolor, tú y todos nosotros estaremos juntos, no queremos que te vayas dolor, última forma de amar. Estamos sintiéndonos vivir cuando nos dueles no en ti, ni aquí, más lejos: en la tierra, en el año de donde vienes tú, en el amor con los nuestros y todo lo que fue. En esa realidad hundida que se niega a sí misma y se empeña en que nunca ha existido, que sólo fue un pretexto nuestro para vivir. Si tú no nos quedaras, dolor irrefutable, nosotros no lo creeríamos. Pero nos quedas tú. Y tu verdad nos asegura que nada fue mentira. Y mientras lo sintamos, tú nos serás, dolor, la prueba de otra vida en que no nos dolías. La gran prueba, a lo lejos, de que exististe, de que existes, de que nos quisiste, de que aún te estamos queriendo, Turégano amado.

(Mientras suena el dúo de Adán y Eva de La Creación de Joseph Haydn, el «padre de la sinfonía»):
Año de 1965.
24 de septiembre.
Once de la mañana.
Turégano, estás en llamas.
El pueblo que sueña en silencio. La villa que con fe trabaja. El lugar que abrazado a su Virgen, reza, pide, llora y canta, está ardiendo.
Tus parroquias de San Pedro y Santa María del Burgo.
Ésta tu parroquia de Santiago Apóstol.
Tu parroquia de San Miguel.
Tu parroquia de San Juan, el apóstol amado del Señor.
La Ermita tuya del Cristo del Humilladero y de Nuestra Señora de los Remedios.
Tu Ermita de San Lázaro. La de San Sebastián. La de San Pelayo. La de San Nicolás. La de San Blas.
Tu Hermandad de Nuestra Señora de La Salud llamada también de la Virgen del Rincón.
Tu Cofradía de la Vera Cruz aquí presente. Tu Cofradía de La Purísima aquí presente también.
Tus parroquias, ermitas, hermandades y cofradías que este cronista oficial tuyo no consiguió aún encontrar sus restos.

Que el DIOS DE LA VIDA Y DE LA MUERTE proteja hoy a los tureganenses.
Virgen Santa del Burgo, todo lo podéis hacer. No solo quitarnos el aire cierzo, poner nubes y llover...

Querido pueblo mío, pueblo NUESTRO y en aquel día pueblo de toda España. No estamos CELEBRANDO un acontecimiento de nuestro pasado. Estamos CONMEMORANDO un DOLOR NUESTRO y una SOLIDARIDAD EVIDENTE con nuestro dolor.
CONMEMORAR ES RECORDAR UN ACONTECIMIENTO. Traer a la memoria un hecho que puede ser luctuoso Y por lo tanto no se debe celebrar.
Se conmemora el aniversario de una batalla. Se celebra el triunfo de la victoria.
Conmemoramos el aniversario de aquel terrible gran fuego que asoló uno de tus barrios más emblemáticos. Celebramos la solidaridad de toda España contigo, PUEBLO NUESTRO.
En tus calles, plazas y palacios se festejó la celebración más importante que históricamente hubo en tu recinto. Sucedió hace 600 años. En tu recito acogiste durante tres días a un sin fin de viajeros para asistir a la reconciliación del rey Juan II de Castilla con el Condestable don Álvaro de Luna. Aquí se celebraron las fiestas más grandes que jamás hubo en Castilla.
Vinieron a visitarte tres reyes con sus respectivas reinas y todos los grandes señores del Reino.

Ahora, tu Bobadilla se quemó al llegar el otoño. Fue el día 24 de septiembre de 1965 y, cinco años después, el 3 de mayo de 1969, la nueva Bobadilla se inauguró al llegar la primavera. Las viviendas se sortearon el 14 de mayo de 1970.

Hoy, cincuenta años después, te prometo, villa mía, villa nuestra, que aquel fuego y esta palabra mía nada tienen que ver con aquella película titulada de la misma forma donde Elmer Gantry (Burt Lancaster) era un trepa y no dudaría en vender su alma al diablo con tal de alcanzar aquello que tiene entre ceja y ceja. No es el caso.
Te prometo, villa de Turégano, que tampoco con aquel precepto RIVAROL o conde de Rivarol, un escritor y periodista francés, de origen italiano que decía que: “El ser humano es el único animal capaz de hacer fuego y que eso le ha procurado su dominio sobre la Tierra.” Tampoco es el caso.
Voltaire, el filósofo y escritor francés decía que “hay quienes sólo utilizan las palabras para disfrazar sus pensamientos”. Y tampoco, tampoco es éste el caso.
Mi palabra de hoy en esta iglesia tuya se apoya en el refrán que nos allegó Cervantes en El Quijote: “Más vale una palabra a tiempo que cien a destiempo”. En eso, sí.
ABC Sábado 3 de mayo de 1969. “Una gran parte de tu zona urbana quedó devastada a causa de un incendio en 1965 y fue inaugurada ayer tres años después por el ministro de la vivienda”. NO recuerdo donde estrenó Andrés Segovia la serranilla "Turégano". La escribió para su guitarra el autor de "Luisa Fernanda" y cien zarzuelas más: el maestro Moreno Torroba, aquel genio. La música que ahora está sonando en esta iglesia de Santiago apóstol se llama TURÉGANO en nuestro honor y suena cada día en medio mundo.
Aquel día tres mayo de 1969, tu Señor se llamaba Daniel Llorente Federico. Había nacido en Valladolid y fue nombrado obispo de Segovia en el año 1944. Renunció a su cátedra el 11 de diciembre de 1969. Él era nuestro obispo cuando el incendio y cuando la inauguración de la nueva Bobadilla. El alcalde de Segovia era Miguel Canto Borreguero, un tureganense nacido en tu plaza mayor igual que este cronista que hoy te garabatea esta carta. Le acompañaba un ministro y altas jerarquías políticas provinciales y nacionales. Y allí estaba también el párroco de esta villa tuya. Se llamaba Plácido Centeno Roldán.
He de decirte que, hace casi dos mil años, un tal Apuleyo, el escritor romano más importante del siglo II, muy admirado tanto en vida como por la posteridad, escribió que “Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos”.
Turégano, pueblo nuestro, UNO A UNO TODOS SOMOS MORTALES. JUNTOS, SOMOS ETERNOS.
Unos días antes, yo te había abandonado físicamente porque mis vacaciones veraniegas se acabaron. Estaba en la villa de Madrid y cuando todas las emisoras de radio interrumpieron sus programas para dar la terrible noticia de que tú, la histórica villa de Turégano, estabas en llamas, yo y todos mis amigos vinimos lo más rápido que pudimos para estar contigo y buscarte. Desde Villovela, parecías el cráter lleno de humo de un volcán. Al llegar a Otones, ya se olía el humo. Al llegar a la plaza, todo era tristeza, dolor y desolación. Lágrimas, muchas lágrimas. Olían todas tus calles, todas, incluida la plaza, a humo. Las personas olían a humo. Sudaban humo mientras luchaban en equipo unos pasándose cubos llenos de agua y otros pasándose los cubos ya vacíos. Cuando me encontré con mi padre, él no lloraba, estaba entero intentando animar y colaborar. Su tienda estaba abierta a quien necesitara ropa seca o cualquier otra cosa. No me lo devolváis, decía. Todo es de todos. “Éstos Fabio, ay dolor, que ves ahora campos de soldad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa”. Como en aquel hermoso poema de Rodrigo Caro.
Así lo expresaba La Vanguardia de Barcelona al día siguiente: “T u r é g a n o: HAN ARDIDO CIEN CASAS EN UN ESPECTACULAR INCENDIO.
Por qué Hicimos lo que hicimos? ¿Por qué aquel día todos se esforzaban por ayudar a los afectados? ¿Por qué no el desaliento y poner los pies en polvorosa? ¿Por qué toda España se solidarizó contigo, Turégano? Suelo explicárselo a mis alumnos con esta bella fábula:
“Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso.
⎯Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas ⎯afirmaban.
En ese instante apareció un anciano y dijo:
⎯Yo sé cómo lo hizo.
⎯¿Cómo?
⎯¡Muy fácil! Porque no había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.”
No había nadie a nuestro alrededor aquel día para decirnos que no podíamos hacerlo.
Señora Nuestra Santa María del Burgo, solo tú nos guiaste ese día para que confiáramos en nosotros mismos.
Turégano, pueblo mío y pueblo nuestro, un gran poeta que nació muy cerca de donde tú estás situado, desde su contradictoria e inefable vida privada esto te dice hoy. Se llamaba Jaime, de apellidos Gil de Biedma, y había nacido en La Nava de la Asunción:
“Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos ­
envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.”

Villa amada de Turégano, toda España se volcó contigo y con los tuyos. Las muestras de solidaridad llegaron desde todos los puntos de España. Los primeros en responder fueron tus propios vecinos. En sus casas se alojaron los damnificados hasta que el Estado reconstruyó las viviendas tres años después. Pero durante las semanas que siguieron al desastre, camiones enteros de víveres y ropa procedentes de todo el país llegaban hasta ti un día sí y al otro también. Gran parte de la culpa la tuvo el programa ‘Ustedes son formidables’ que la Sociedad Española de Radiodifusión (SER) dedicaba todas las semanas a causas solidarias. La emisión del jueves 30 de septiembre estuvo dedicada a la tragedia tuya y de los tuyos. El llamamiento del programa que dirigía el popular Alberto Oliveras fue casi milagroso y espoleó y canalizó la formidable ayuda que a ti arribaría durante las semanas siguientes.
Turégano, villa amada, ¿dónde están los que ya no están? ¿Dónde estaremos nosotros cuando ya no estemos?
Déjame que te cuente para terminar este hermoso cuento:
En cierta ocasión, unos guardias se presentaron ante el rey conduciendo a un hombre con aspecto de mendigo.
⎯¿Por qué traéis a este hombre? ⎯preguntó el monarca.
⎯Majestad, no sabemos si es un loco, o quiere ofenderos, pero... ¡dice que desea dormir en esta posada! ⎯contestó el jefe de la guardia.
⎯¿Cómo llamas posada a mi fabuloso Palacio? ⎯ inquirió el rey al detenido.
⎯¿De quién era este lugar antes? ⎯preguntó a su vez el mendigo.
⎯De mi padre.
⎯¿Y antes?
⎯De mi abuelo.
⎯¿Y antes aún?
⎯Del padre de mi abuelo.
⎯¿Y dónde están todos ellos ahora?
⎯Murieron.
⎯¿Y cómo a un lugar donde van y vienen gentes de paso no lo llamáis posada?
Teresa de Jesús, esa castellana excepcional de la que en este año celebramos el quinientos aniversario de su nacimiento el 28 de marzo de 1515, decía que la vida es una mala noche en una mala posada.
Y ahora quiero hablarte de ella, de Nuestra Señora del Burgo.
Tres palacios episcopales tuviste. Cuatro cementerios, cinco pilas bautismales, cuatro archivos parroquiales… Hasta cuatro rogativas diferentes pidiendo al mismo Dios lluvia para los mismos campos. En eso se materializó el primer acuerdo. Que todos los barrios y parroquias tuyas procesionaran juntos llevando a la Virgen del Burgo que por entonces presidía la iglesia de Santa María donde el obispo Arias Dávila celebró uno de los dos Sínodos episcopales que realizó en su villa.
Posiblemente sea la escultura de la Virgen María más antigua y bella del arte románico español.
Así lo contó tu cronista oficial en El Señorío Episcopal de Turégano que publicó en el año 1991: “Para las tardes de rogativa los devotos han erigido, junto a su puerta, un sencillo altar, donde descansará la imagen de la Virgen para que los fieles de la procesión recen el rosario. Después –en algunas ocasiones bajo la lluvia, fruto de la fe, al decir de los más ancianos–, la multitud enfervorizada toma el camino que llaman de Carra Mojolana, cruza la carretera de Veganzones, y por 1os huecos que el tiempo y la ignorancia han realizado en los muros del antiguo castro, penetra en el castillo para devolver a la Virgen del Burgo a su altar de la iglesia de San Miguel donde solía encontrarse cuando por razones de seguridad no se retiraba a lugar más vigilado. A lo largo de todo aquel maratoniano recorrido, la muchedumbre no ha dejado de entonar cantos para pedir al cielo la beneficiosa lluvia que habrá de mitigar la pertinaz sequía. A voz en grito, el pueblo canta el estribillo:
...y nos acogemos,
bajo vuestro manto.
¡Oh Virgen del Burgo,
regad nuestros campos!
Labrador que vas al campo
y pasas por el Castillo,
acuérdate de la Virgen
que es la que riega los trigos.
La Virgen ya no está sola
también está Jesucristo.
Dadnos el agua abundante
y líbranos del pedrisco.
La Virgen ya no está sola
también está San Miguel.
La Virgen de La Esperanza
y el Santo Cristo también.
Todos estamos contentos.
Todos estamos alegres.
Porque la Virgen del Burgo
nos ha regado las mieses.
Oh Virgen, riega los campos
y dadnos el pan bendito,
y que el señor nos perdone
lo que le hemos ofendido.
Oh Virgen Santa del Burgo,
todo lo podéis hacer.
Quitarnos el aire cierzo,
poner nubes y llover.
Oh Virgen Santa del Burgo,
mil gracias hemos de darte.
Por habernos socorrido
en nuestras necesidades.
Oh Virgen Santa del Burgo
quiero cantar este canto.
No lo puedo remediar,
van mejorando los campos.
¿Quién es aquella señora
que va por los Escobares?
Nuestra Señora del Burgo
que va regando los panes.
La corona de la Virgen
tiene veinticinco perlas.
En medio tiene una cruz
Jesucristo murió en ella.
¡Oh Virgen Santa del Burgo,
cómo te reluce el manto!
¡Dios quiera que así reluzcan
las espigas en el campo!


Hasta aquí tu carta, pueblo amado. Como al comenzar dije, UNO A UNO TODOS SOMOS MORTALES. JUNTOS, SOMOS ETERNOS.
GRACIAS


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