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Centenario del Centro Tureganense

13/12/2009

Siempre que hablamos de nuestra historia, aflora la nostalgia. Esa “sucesión sucesiva de sucesos sucedidos sucesivamente” afecta a los sentimientos y es como quedar al relente de las emociones.
Año de 1909. El mismo año en que se construyó el Titanic y murió Isaac Albéniz. Cuando se inauguró el Palacio de Comunicaciones de Madrid. Cuando cuarenta y un tureganenses firmaron para “solaz, esparcimiento y recreo” el acta de constitución del Casino de Turégano y se obligaron a que la política quedara sólo para la plaza, las calles o el Ayuntamiento. Aunque se sintieran libres, estaban atados a sus actos y nada improvisaron: “Calculándose en 1600 pesetas los gastos de fundación de este Casino, se acuerda distribuirlas en acciones de cinco pesetas una tomando cada individuo las que con su nombre se dicen al margen y fijándose el rédito anual en el 6 por ciento”; así dijeron y así comenzó el primer envite del juego histórico de aquel singular casino. Nombraron una Junta Directiva para poner en marcha el asunto y alquilaron una casa en el fondo sur de la Plaza Mayor (“con una renta anual máxima de 250 pesetas por año”). Seis años después, encargaron a Isidro Lobo la construcción de la sede actual. El solar les costó siete mil pesetas, y la construcción, quince mil en números redondos; al cambio, 132 euros, o sea, que les salió la aventura por un buen pico de los de entonces por más que hoy, cien años después, con esa cantidad apenas podrían haber almorzado media docena de ellos en un restaurante tipo medio, con un vino de crianza y sin contar la propina. Para la inauguración, “cohetes, bailes de cuatro de la tarde a las ocho de la noche y desde las nueve de la noche en adelante, obsequiando en el baile de la tarde a las señoras, niños e invitados…”
El Centro Tureganense ya centenario, desde el año 1917 y hasta que llegó la primera crisis, participó en las fiestas de la villa organizando por su cuenta una becerrada que complementaba las novilladas en la plaza mayor durante los días de "la Función"; aquellas corridas de novillos que inmortalizaron los mayores artistas de le época: Zuloaga, Zubiarre, Solana, Lope Tablada, Duracamps...
Solaz, esparcimiento y recreo. Nada de política. Ese fue su compromiso y hasta en la guerra civil lo cumplieron. Cuando, ya en el 39, se les solicitó oficialmente que compraran un cuadro del Generalísimo para colocarlo en el salón principal del Casino, lo compraban y sanseacabó. Lo colgaron en una pared y cuando un socio lo cimbraba por casualidad, otro socio lo ponía en línea también por casualidad; todo con esa guasa castellana del silencio elocuente que pocos entienden y algunos valoran. Cuando en una caja de pino llegaba al pueblo un muchacho “caído por Dios y por España”, lágrimas en la calle y silencio oficial en el casino.
Hasta cuando la fiebre Jerónimo García Gallego cumplieron los socios su compromiso. Cuando aquel canónigo de Osma, tureganense de nacimiento, fue nombrado hijo predilecto de la villa y se le rindió el mayor homenaje que Turégano ofreció a persona alguna desde el de don Álvaro de Luna de 1425 (“las mayores fiestas de la antigüedad” según las Crónicas), el Centro Tureganense compró sus libros por si algún socio se atrevía con las profundidades de la filosofía política de quien fue llamado “El Balmes del siglo XX”. Cincuenta pesetas aportó el Casino en el homenaje -la misma cantidad que el Ayuntamiento-. Luego, cuando “don Jerónimo” se metió en política, se convirtió en cura republicano y fue elegido diputado del Congreso, el candidato más votado en la provincia de Segovia, el Casino guardó su elocuente silencio institucional.
De todas estas cosas hablé a mis paisanos en el acto que se ha celebrado en Turégano aprovechando la pacífica invasión de tureganenses y forasteros para filtrar desahogos aprovechando el puente de la Constitución y la Inmaculada.
De entre las mil anécdotas curiosas que desgrané esa tarde, traigo la del 11 de abril de 1947. Cuando la Junta Directiva de esta institución centenaria aprobó por unanimidad que “se advierta a las señoras que acuden al Casino a ver el baile de los domingos y fiestas de que es necesario que sean discretas en cuanto al hecho de amamantar a su niños”.
Así este “casino de cine” que bien merecería algún tipo de reconocimiento público institucional. Y digo “de cine” porque en el verano del 55 sus instalaciones se convirtieron en el principal escenario de la película “Aquí hay Petróleo”. Allí, los principales actores españoles de aquel momento -los Manolo Morán, José Luis Ozores, María Rivas, Rosita Palomar, Antonio Riquelme, Mariano Ozores padre, etc.- dieron vida a “los españoles” y a “los norteamericanos” de la película. Mientras los unos bebían sus primeras cocacolas, los otros aprendían a tocar el viejo manubrio y a beber en botijo.
Me pregunto si mi invitación a ser quien recordara lo que fue históricamente este Casino centenario se debía a mi condición de cronista oficial de la villa o al hecho de ser nieto de Victoriano Borreguero García, uno de los fundadores de la institución y socio número uno hasta el día de su muerte. Había sido alcalde de Turégano hasta cinco años antes de la fundación del casino y volvió a serlo por los años treinta. Al tiempo que él moría, yo nacía en la misma casa y tabique por medio.
Mientras aquellos “locos adorables” estén en nuestra memoria, seremos parte de su historia. Fue un honor participar en la conmemoración del Centenario de su maravillosa locura. Un honor emocionante.


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