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Luz verde al tesoro escondido en Turégano

25/03/2009

Pocos años ya para cumplirse los primeros novecientos del fausto día (o infausto, según quién y cómo se mire la cuestión) en que don Pedro de Agén, tu primer antecesor al frente de la iglesia segoviana, pidió a la Reina Urraca que le donara la histórica villa de Turégano -para él y para sus sucesores, no para la diócesis segoviana-.
Desde entonces, tus antecesores ubicaron en esta villa su cámara y residencia oficial. Aquí se reunieron con reyes, cardenales, arzobispos, grandes señores y, al rebufo, Turégano se convirtió en ocasiones en Corte de Castilla y hasta se estableció en la villa la Cancillería y Audiencia del Reino. Más de un antecesor de Su Eminencia tuvo que encastillarse en Turégano para defenderse de poderosos enemigos políticos; así Juan Serrano, el canciller, Lope Barrientos, el ilustre consejero político de dos reyes castellanos, y Juan Arias Dávila, aquel dignatario de tan controvertido predicamento. ¡Muchos Sínodos diocesanos aquí se celebraron, no sólo tres como dice la WEB del obispado sino al menos cinco, o sea, más que en la propia Segovia! Hasta algún antepasado tuyo conspiró y falsificó Bulas Papales en esta villa. También aquí fallecieron prelados de tu ilustre prosapia, como aquel Juan Vázquez de Cepeda que intentó resucitar en Castilla el culto mozárabe…
Obispo y Señor, no a la nostalgia pretérita sino al agradecimiento presente voy en este memorándum. Me explico. Una de las obras artísticas más extraordinarias que tus antepasados dejaron en su villa de Turégano fue el valiosísimo retablo románico en piedra de la Iglesia de Santiago que por razones que no vienen a cuento lleva oculto a la vista del público más de 600 años -tres veces pudo contemplarse públicamente a lo largo de estos siglos; en mi “El Señorío Episcopal de Turégano” se relata y cuenta-. Es una de las joyas artística que tus antepasados construyeron o mandaron construir, incluido el propio castillo tureganense, y a ello viene el pretexto y motivo de dirigirme a Su Eminencia Reverendísima a la intemperie de los protocolarios cánones. Persigo hacer pública mi postura personal y si, como parece, finalmente has aceptado autorizar el proyecto de la consejería de Cultura, agradecerte la comprensión y deferencia.
En los viejos tiempos de la Transición Política española coincidí contigo en la imperial Toledo -tú en misiones y encargos diocesanos, yo, como Delegado Provincial del Ministerio de Cultura en aquella provincia-. Sobre ello conversé hace semanas con Su Eminencia Reverendísima y de ello me hablaste con la sinceridad que te honra y agradezco. Me trasladaste el contrasentido que suponía adelantar el retablo barroco de la iglesia de Santiago de Turégano para dejar visitable al turismo indiscriminado el excelso retablo románico hoy como en furtivo. Quiero recordarte que también parecía un desaguisado pastoral aislar una parte de la iglesia toledana de Santo Tomé para dejar visitable al turismo indiscriminado el Entierro del Conde de Orgaz pintado por el Greco. ¡Aquellos días tan lejanos ya!
Ha primado la sensatez y me dicen que, al final, tras mil polémicas y tergiversaciones, has dado luz verde, obispo y Señor, al proyecto. Gracias, Señor y amigo. Desde el recuerdo y el afecto, beso tu anillo episcopal, asumo tu pastoral magisterio y te envío, con el abrazo agradecido, mi solidaridad sincera y explícita.


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