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Tito Clavillos en Turégano

07/09/2006

Arte es el conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien alguna cosa, pero también es arte la disposición y habilidad para realizarla. El artificio, en cambio, es el predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad; a veces, el arte se torna artificio y con la forma intenta disfrazar el fondo. Si el artificio engaña, el sentimiento es difícil de camuflar.
Viendo la exposición de Tito Clavillos en el antiguo salón del restaurante Casa Holgueras de Turégano, uno se plantea lo de la eterna estética pictórica enfrentada a la pasión del decir y del enamorar. Los cuadros de Tito, seducen, no engañan con el decir sin decir de algunas técnicas depuradas del hiperrealismo.
Alejandro Trapero, “Tito Clavillos”, presenta alrededor de 40 obras, la mayoría sobre temas tureganenses aunque algunos lienzos muestren rincones de la capital, especialmente una hermosísima catedral y un alcázar como en volandas; con algunos de los bodegones, como el de los melocotones, ay, dan ganas de ponerse a comer. No hay disimulos, cautelas, doblez, sobre todo en las diez grandes tablas de viejos tureganenses perfectamente identificados y recordados por cualquiera que haya vivido en esta villa: Patricio el guarnicionero, Felipe el herrero, Pascual el peluquero, Mariano Puebla el agricultor, la señora Consuelo Miñerre la ama de casa, Félix el carretero, Medina el viticultor… (el beneficio de estos diez cuadros, Tito lo ha destinado generosamente a los pobres de Bolivia con los que trabaja desde hace años una tureganense ejemplar, la madre Agapita Barral, tan querida en esta villa). Un enorme cuadro del magistral pintor tureganense García Herranz ennoblece esta exposición de Tito Clavillos: un soberbio lienzo de caza que siempre estuvo colocado en este salón emblemático del centenario restaurante tureganense; tener la oportunidad de remirarlo es como aventurarse en el tiempo que pasó y que se niega a regresar, ¿se ha movido el tiempo o se ha movido el hombre? ¡Quién lo sabe, Dios!
Tito Clavillos, un emigrante en Alemania regresado ya a su pueblo, es la antítesis de Esteban Vicente, aquel tureganense mágico que silenciaba las cosas para que volaran en el desierto descarnado de la luz y del color.
Horas antes de subir al balcón del Ayuntamiento para pregonar por segunda vez las fiestas de mi pueblo, Alejandro Trapero, “Tito Clavillos”, me acompañó personalmente a visitar su exposición. Se lo agradezco, pues lo disfruté sobradamente. En su caso, al no ser pintor de escuela sino entusiasta autodidacta se favorecen los mensajes de una pintura a veces denostada pero que se hermana y armoniza con la emoción de las cosas que se venden por sí mismas. Tendrá éxito esta exposición. ¡Enhorabuena, Tito Clavillos, amigo!


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