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1861.- El disfraz del liderazgo

20/05/2016

Que el liderazgo es un disfraz, casi todo el mundo lo acepta. Igual que lo de persona y personalidad: la persona es la máscara, y la personalidad el modo de aparejarla; así lo dicen y explican los filósofos desde que supieron que la palabra ‘persona’ (prosopon en griego) significa máscara.

Lo de "el liderazgo es un disfraz que tienes que evitar que se te pegue a la piel", acaba de soltarlo como en un torbellino Teresa Rodríguez, la líder de Podemos en Andalucía.
Con esa afirmación, cree que ha descubierto el océano Pacífico como en su día hizo Vasco Núñez de Balboa, el primer europeo en divisar ese mar inmenso desde su costa oriental, y el primero en fundar una ciudad permanente en tierras continentales americanas. Apenas tiene 34 y, como ella dice, “es una activista”, la profesión del triunfo en las calles que es lo que ahora cuenta.
Dice también que un día hará mutis por el foro y volverá a sus clases de Secundaria porque está vacunada contra el alimento del ego. Esta chica es un genio, sabe lo que tiene que decir para parecer diferente y, tal vez por eso, Susana Díaz, la presidenta andaluza, está hecha una ensalada de nervios y un sofrito de culantros y cilantros que no son lo mismo aunque muchos les confundan.

Un tal Óscar Wilde decía que es mejor quedarse callado y parecer tonto que abrir la boca y eliminar toda duda. Si la podemita andaluza se aplicara el cuento, sabría que “la experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones”, como también pensaba y decía ese escritor, poeta y dramaturgo nacido en Dublín cuando Irlanda pertenecía al reino Unido.

Hay líderes laissez-faire, o sea, delegativos. Les hay autocráticos, los que concentran todo el poder y nadie desafía sus decisiones. Les hay participativos, los que saben crear entusiasmo entre los acompañantes al priorizar la participación de todo el grupo. También existe el liderazgo transaccional que se basa en transacciones, es decir, en procesos de intercambio entre los líderes y sus seguidores; los seguidores reciben premios por su desempeño laboral y el líder se beneficia porque ellos cumplen con las tareas. Los líderes transformadores emplean niveles altos de comunicación para conseguir los objetivos y aportan una visión de cambio que consiguen transmitir a sus equipos. Y hay también líderes estandarte: los que se colocan en la cabeza de una procesión para hacer creer que todo el cortejo les va siguiendo. Teresa Rodríguez es de estos últimos: el hambre contra la mística antes de hacer mutis por el foro.
Atando cabos, ahora que caen chuzos de punta, arañando sombras no es difícil saber qué tipo de liderazgo ejercen o ejercieron Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias, Garzón, Carles Puigdemont —su mujer, Marcela Topor, es de nacionalidad rumana y quince años más joven que él—, Zidane, Simeone y hasta Indíbil y Mandonio, dos caudillos iberos que parecían marionetas, tan pronto eran aliados de los cartagineses contra los romanos como colaboraban con los romanos en las campañas que les llevaron a arrebatar la península Ibérica a los cartagineses.

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