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1851.- Farsantes y fingidores

07/05/2016

¿Quién iba a decirme que un día, tal que hoy, intentando camuflar el guirigay político de este mes de abril iba a escribir sobre Jean-Paul Sartre? Un señor que, además de filósofo, escritor, novelista y dramaturgo, era un activista político marxista.
El 14 de octubre de 1964, Sartre envió una carta a la Academia Sueca pidiendo que no se le concediera el premio. Los miembros de esa Academia no le hicieron caso y pocos días después anunciaron al autor francés como ganador del Nobel de Literatura de aquel año. Sartre se reafirmó lamentando “profundamente” que el hecho se convirtiera en un escándalo. El autor de La náusea o El ser y la Nada rechazó el Premio Nobel “para no dejarse transformar en una institución”. Pensaba que aceptarlo le habría acercado más a uno de los dos bloques de la Guerra Fría y su ambición era, según dijo, el entendimiento entre ambos.
Aquel mismo año, Sartre escribió un libro titulado “Las palabras”, donde cuenta la historia de su niñez, desnuda sus ingenuas miserias infantiles y desviste despiadado a su propia familia. Curiosamente, Sartre confiesa allí ser un farsante y un fingidor.

Si tras haber ganado las elecciones del 20 de diciembre del pasado año la estrategia de Mariano Rajoy está apuntalada en la doctrina de Mao Tse Tung (“Si puedes ganar la batalla, lucha; si no, retírate"), la de Pedro Sánchez está justificada por conseguir ser presidente del Gobierno de España a cualquier precio. Por su parte, Albert Rivera al principio utilizó la estrategia número once del libro “Las 36 estrategias chinas” (“sacrificar el ciruelo por el melocotonero”), pero cada día fluctúa en sus propuestas y hasta acepta alguna de las estrategias chinas de los Podemitas, unos saltibanquis que, haciendo honor a su profesión revolucionaria, se mueven en siete de esas estrategias: “Fingir ir hacia el Este mientras se ataca por el Oeste”, “Aparentar tomar un camino cuando se entra a hurtadillas por otro”, “Pescar en aguas turbias”, “Matar al pollo para asustar al mono”, “Retirar la escalera después de haber subido”, “Abrir de par en par las puertas de la ciudad vacía”, y a la de “Hacerse daño a sí mismo para ganarse la confianza del enemigo”.

Atando cabos, pienso que a Sartre le dieron el Premio Nobel de Literatura porque los miembros de la Academia Sueca sabían de sobra que él iba a rechazarlo. Mutatis mutandi, como cuando Pablo Iglesias exigió a Pedro Sánchez la vicepresidencia del Gobierno de España y sus principales carteras ministeriales porque se sabía, también de sobra, que el socialista se lo iba a denegar.

Es de manual que los encargados de diseñar y manejar estrategias y tácticas están adoctrinados en la cátedra frenética de los farsantes y los fingidores.

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