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1849.- A la tercera, la vencida

31/03/2016

Nuestros nietos dirán que sus abuelos vivieron los primeros compases de la Tercera Guerra Mundial. Como si de repente, todos nos hubiéramos vuelto locos.
Mientras las congregaciones son pacíficas, las manifestaciones son violentas. En ambos casos, "algo por algo» o «algo sustituido por otra cosa».
Todo en medio del marasmo de ciertos predicadores de pacotilla que no paran de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevan las manos al cielo diciendo: "¡Oh, Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!"
Cuando los parroquianos, votantes o como se les llame, explican que no es costumbre rezar así, ellos aclaran que les han torturado tanto y les han causado tanto daño que les “han guiado hacia el bien”.

Atando cabos, por culpa del ajuste de horas se lo cuento al lector de El Adelantado una hora antes de lo que quisiera. De no ser así, contaría la historia de aquel chacal que se cayó en un estanque de pintura. Cuando se vio con todo el pelaje cubierto de pintura de todos los colores, se dijo: "¡Soy un pavo real, un elegido entre los animales!". Y adoptando unos aires llenos de pretensiones, fue a reunirse con los demás chacales.

Mientras la Tercera se expande por Europa como si mancha de aceite, en España la política está revolucionada y nadie es capaz de sacarnos del hoyo "treintaytrés"; treinta y tres es el número de palabras con las que comienza El Quijote:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor” (treintaytrés). “Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda” (treintaytrés) “El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino” (treintaytrés también).

Fuéronse ya el miedo y la esperanza, pero el hueco de la nada ahuyenta las praderas del ocaso. Nuestro pasado lo tenemos de prestado, el hoy ni sabemos por dónde discurre, y del futuro, ni el enredador Rafael Payá Pinilla, al que la gente llama Rappel, se huele el desaguiso de la Tercera y el Treyntaitrés.





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