1842.- No somos lo que tenemos26/02/2015
Somos lo que tenemos y también lo que hemos ido dejando en el camino; se lo escuché a un escritor, poeta, ensayista y periodista gallego; cuando preguntabas a Manolo Rivas qué y quién era él, decía comedido: “Mi madre era lechera, mi padre albañil, y todos mis hermanos se dedican a oficios honrados menos yo, que sólo cuento historias”.
En mi caso, aquí al menos, soy un simple escribidor, rodeado de mil cosas y cien proyectos, que cuenta historias, la mayoría que no vienen a cuento. Las personas somos lo que soñamos ser y cada día la vida empieza de nuevo.
En una sociedad como la nuestra, los poetas son casi unos farsantes que juegan con las palabras y los sentimientos. En vez de decir, por ejemplo, que Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y los demás no saben lo que quieren, prefieren decir “La vida de los ángeles roza la miseria del desaliento” o, en recuerdo de Harper Lee, “todos ellos intentan matar a un ruiseñor”.
Así afinaba las palabras el poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto escondido bajo el nombre falso de Pablo Neruda: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”.
Dicen que cada persona lleva en su manera de comportarse un Quijote y un Sancho. No fue siempre así. Sancho no estaba al lado de Alonso Quijano cuando don Quijote comenzó sus locas aventuras en aquel lugar de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse. El ecudero llegó más tarde: "La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo. Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped acerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, en especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería”. O sea, que hasta el capítulo cuarto, no se juntaron en la aventura de sus vidas aquellos dos personajes excelsos y primordiales de la literatura universal.
Somos lo que tenemos y también lo que nos hemos ido dejando en la gatera de la vida. Pondré un ejemplo. El 23 de febrero del año 1981 me tocó un papel a caballo entre el ministerio de Interior y el de Administración Territorial. No llegué a tener miedo pero pensé que el sueño democrático se acababa definitivamente. Y recuerdo que en aquella noche de los cuchillos largos el diputado por Toledo Gonzalo Payo a escondidas garabateó un poema terrible y desesperado.
Luego, cuando él fue elegido presidente de Castilla La Mancha, yo, su jefe de Gabinete por entonces, edité una tirada numerada de 500 ejemplares firmados por el autor, y cada una de las personas que estuvieron esa noche encerrados en el Congreso de los Diputados recibieron un ejemplar numerado.
Años después, en el entierro de aquel amigo del alma, varias personas se acercaron a mí enseñándome aquel poema manuscrito y hasta hubo alguien que lo leyó con lágrimas en los ojos en el cementerio de Pulgar, el pueblo toledano donde nació y en donde descansan los restos de aquel personaje que además de excelente político era gran matemático, doctor Ingeniero Geógrafo y un extraordinario poeta.
Atando cabos, somos la vida con sus encuentros y desencuentros. ¡No somos lo que tenemos!