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1841.- La Rebelión de Atlas

27/01/213

España se ha vuelto loca de puñetazos dialécticos en las penúltimas curvas del circuito político de invierno.

Es la hora de las escaramuzas, los asedios, las emboscadas y los zafarranchos.
Mientras Sánchez agoniza, Iglesias saca pecho, Rivera ni se sabe y Rajoy a la espera, España se vuelve loca de puñetazos dialécticos y no tan dialécticos en las últimas curvas del circuito político de invierno.

Cuando las playas se llenan de cadáveres explotados, carne de patera insensata en busca del paraíso. Cuando los dictadores buscan permanecer en el persaecula. Cuando los dioses sólo reciben adoración en los estadios de fútbol. Cuando las divinas palabras no son tragicomedia de aldea sino refugio mediático de mentes intolerantes. Cuando arrastran menos gente Beethoven y Mozart juntos que Pablo Alborán, David Bisbal, David Bustamante, Manuel Carrasco, Alejandro Sanz y Pitingo por separado. Cuando al morir lo que importa es el buffet del tanatario y las lágrimas de los seguidores que camuflan las neblinas del recuerdo.

Cuando todo eso y mucho más, Atlas, el titán que Zeus condenó a cargar con los pilares que mantenían la Tierra, debiera ponerse en huelga de brazos caídos: “Si vieras a Atlas, el gigante que sostiene al mundo sobre sus hombros, de pie, corriéndole la sangre por el pecho, con las rodillas dobladas y los brazos temblorosos, intentando hacer acopio de sus fuerzas, mientras el globo pesa más y más sobre él, ¿qué le dirías que hiciera? Que se rebelara”. (Lo escribió Ayn Rand en su ‘”Rebelión de Atlas”, una joya literaria de mil páginas).

“Sólo me fío de las estadísticas que yo mismo he manipulado", decía Winston Churchill, y en estos días bien se sabe.
De las encuestas, solo se puede asegurar que antes de hacerlas hay que saber el resultado que necesita encontrar el pagano que las encarga. Hasta para saber si somos felices o desgraciados necesitamos hacer una encuesta que nos lo diga y recuerde. “Ya sé el resultado de la próxima encuesta. Lo he elaborado yo mismo antes de contratar a los expertos que han de proclamar que el pueblo piensa lo que yo he decidido que piensen”, explicó en cierta ocasión un conocido político socialista de cuando la Transición Politica española.
Las encuestas y las contraencuestas son hoy los gigantes que sostienen al mundo sobre sus hombros.

Hasta en el Gran Hermano VIP suceden estas cosas. “Necesito trescientos votos para Manolo”, dice el jefe de turno, y como por arte de magia a Manolito le caen los trescientos.
Como curiosidad histórica, «¡A por los trescientos!», fue la consigna de Gil Robles a sus huestes para conseguir la mayoría absoluta en la Cámara y llevar a efecto su programa de gobierno compendiado en la frase movilizadora «Contra la revolución y sus cómplices». Eran otros tiempos, y el gigantesco retrato de Gil Robles colocado en la Puerta del Sol de Madrid fue arrastrado por los de la calle tan pronto se conocieron los primeros resultados de las elecciones que daban el triunfo al Frente Popular.
Dicho ahora, tantos años después de aquel 16 de febrero de 1936, todavía asusta y pone carne de gallina. Como estremece y acongoja la razón de la sinrazón del 23 de febrero de 1981.

Atando cabos, en las escaramuzas los encuentros con el enemigo son azarosos. En los asedios, se fuerza al rival a luchar aunque no lo desee. En los zafarranchos, se disponen las armas y los pertrechos para la batalla, la riña o el alboroto. En las emboscadas, cuerpo a tierra y a esperar.

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