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1797.- Haciendo migas con la muerte

16/05/2015

A veces, se hacen migas con la muerte. Así Juan y José hasta el día 16 de mayo de 1920.
El día de san Isidro de aquel año, Joselito y Belmonte rompieron sus mano a mano en la plaza de Madrid y el primero se vino a Talavera para torear con Ignacio Sánchez Mejías y con Rafael Gómez El Gallo, el Divino Calvo.
La corrida no resultó gran cosa pero en el cuarto toro Joselito e Ignacio realizaron al alimón el tercio de banderillas y ésa fue la última ovación de la tarde para José Gómez Ortega, Gallito III, Joselito.
Dicen que en el arte de Lagartijo, Guerrita, Belmonte, Joselito, Manolete y Cúchares no hay quinto malo, pero Bailador, un toro negro, pequeño y burriciego (que no ve de cerca) en un momento del último tercio empitonó a Joselito por el muslo, lanzó al torero por los aires y, en su caída, el vientre del muchacho se clavó en el otro pitón y le sacó los intestinos.

Los programas del festejo decían “Rafael Gómez El “Gallo”, Ignacio Sánchez Mejías y Larita”, pero estaba escrito que la tarde del 16 de mayo de 1920 sucedería en Talavera aquella tragedia. Mutatis mutandi (cambiando lo que haya que cambiar), como en un minicuento de Jean Cocteau titulado “El gesto de la Muerte”; Cocteau nació seis años antes que Joselito:
Un joven jardinero persa dijo a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta misma noche quisiera estar en Talavera del la Reina.
-Cuando me hiciste aquel gesto de amenaza, ¿qué querías decirme? -preguntó el príncipe.
-No fue un gesto de amenaza sino un gesto de sorpresa. Te veía en Madrid y yo debía tomarte al día siguiente en Talavera –contestó el joven jardinero.

Cuando la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, catorce años después, Federico García Lorca así cantó:

"¡Que no quiero verla!
La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena...”
(...)

Los restos de Ignacio reposan en la misma sepultura que los de Joselito. Haciendo migas con la muerte, les cuida el mismo jardinero.

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