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1744.- El Funeral de Estado

01/04/2014

Se sabe que un Funeral de Estado es una ceremonia pública en honor de jefes de estado o de gobierno de una nación, o en honor de alguna otra figura de importancia nacional.
Así ayer tarde, en la catedral madrileña de La Almudena en honor de Adolfo Suárez, el héroe nacional para los unos y para los otros, o sea, para no se sabe bien si para alguno de ellos.

En el funeral de Estado, cosas del destino, la periodista Pilar Urbano, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (o es por Talavera de la Reina, no estoy seguro ya de nada, Dios me perdone), se unió a la procesión de las estatuas jugando a estar en la procesión y al tiempo repicar desde el campanario.

Para bien o para mal, la valenciana se convirtió en enterradora del cuerpo de los vivos y resucitadora de alma de los muertos. Según ella, el rey trató de convencer a Suárez de la necesidad de cambios dirigidos desde instancias militares y por eso se armó la marimonera aquella del 23F:
“Nos la has metido doblada”, dijo Suárez al rey acusándole de haber alentado el golpe militar. “La has provocado tú y la he evitado yo”, contestó el monarca al expresidente.

Hay miradas que matan, miradas que no miran y miradas de compromiso angélico. Si como se dice la mirada es el espejo del alma, la de Felipe, la de José María, la de José Luis y la de Mariano, los cuatro sucesores vivos de Adolfo Suárez (la mirada de Leopoldo Calvo Sotelo es impenetrable pues él anda ya al otro lado del espejo) parecían salidas de un cuadro recién pintado por El Greco; parecían estar pensando la misma cosa:
Con Suárez enterrado en el claustro de la catedral de Ávila, y con el rey Juan Carlos medio enterrado en el anochecer de su vida, el “Funeral de Estado” de ayer tarde parecía el “Funeral del Estado”.

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