1735.- LA DÁRSENA03/03/2014
En la dársena del pasado martes, escribí "Réquiem por un limonero" y puse punto y final a mis "Carpe diem". En la de hoy, martes de carnaval, subo a bordo el nacimiento de un título nuevo para mi vieja columna de cada semana. La que fuera "A través del humo", "Personajes a la virulé", "Cabos sueltos", "Atando cabos", "Carpe diem" y no sé cuántas rutinas más, desde hoy se apoda VADO PERMANENTE, un territorio donde todo cabe pues es lugar libre de paso −Aquel no era yo. Era mi día de cada día viajando por un viejo camino.
Martes de carnaval. Cuando el entierro de la sardina. Cuando lo pasado, pasado. Cuando las manifestaciones públicas del lamento por el fin del desmadre y la holgazanería. Cuando, adormilado ya, confío a la tierra mis cien artículos carpe diem del otro lado del espejo. Registro el dato y el nuevo rumbo en mi cuaderno de bitácora, el lugar donde se anotan en la mar las vicisitudes de la travesía.
Mañana, con el “memento homo quia pulvis es” del Miércoles de Ceniza, recordaremos que somos polvo y en polvo nos convertiremos algún día. ¡Ojalá que “polvo enamorado” como en el soneto más hermoso de la lengua castellana! −“Un breve descanso muy cansado”, como dijo también don Francisco de Quevedo−. Cuando yo era niño, a los hombres les imponían la ceniza en la cabeza y a las mujeres en la frente. Ellas no podían entrar a la iglesia sin cubrirse la cabeza. Ahora, tanto monta, a todos en la frente.
Cuando se encontró con Camarón de la Isla, Paco de Lucía advirtió que la voz y la guitarra eran dos instrumentos cómplices y casi hermanos. La guitarra, la atmósfera sonora. La voz, el escenario de las emociones. Mutatis mutandi, como en “Puentes de liebres”, el hermoso cuento de Mario Benedetti, donde el encuentro emocional y sentimental de los protagonistas tiene lugar en una dársena, la parte resguardada artificialmente para la carga y descarga de las embarcaciones.
En la dársena del puerto de la vida, te espero cada semana, lector amigo. En mi VADO PERMANENTE que es también tuyo.