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1692.- Dios es la palabra

23/04/2013

Hoy se celebra el Día Internacional del Libro en más de 100 países. El día en que la palabra escrita es protagonista. El “Día de la Palabra” debiera ser el “Día de Dios”, pues “In principio erat verbum”: “En el principio era la palabra y la palabra estaba junto a Dios y Dios era la palabra”.

“Viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, llegamos a la puente de Toledo y yo entré por ella y les dije mientras ellos se alejaban por la de Segovia: Adiós, regocijados amigos, que yo me voy muriendo.” (Prólogo de Los Trabajos de Persiles y Segismunda, la obra póstuma de Miguel de Cervantes Saavedra).

Tres días después, el alcalaíno murió en Madrid y en el calendario de las grandes pérdidas que ha sufrido la Humanidad figura el 23 de abril de 1616.
Cuando, 10 días después, murió Shakespeare, en Inglaterra era también 23 de abril pero en España era ya el 3 de mayo. Y es que el día 4 de octubre del año 1572, un jueves, en todos los países católicos se quitaron diez días al Calendario Juliano (el de Julio César) y el día siguiente, el de la muerte de Teresa de Jesús, justo ese día, se convirtió en el viernes 15 de octubre del Calendario Gregoriano (el del papa Gregorio XIII). En Inglaterra, un país anglicano, no se eliminaron del calendario esos diez días hasta el año 1752.

Nuestro Miguel de Cervantes muerto está y que en paz descanse, pero sus palabras, su “creación”, son eternas: Don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea, Rinconete, Cordadillo, Sansón Carrasco… hasta Rucio, la mula de Sancho, y aquel caballo que en su día fue un rocín, “rocín antes”: Rocinante; una alegoría magistral sobre la decadencia de España. Un símbolo universal de cuando Miguel de Cervantes se contagió del erasmismo del autor del “Elogio de la Locura” y creó al personaje más sobresaliente de las letras universales: Don Quijote de la Mancha: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”, dijo Don Quijote, El Caballero de la Triste Figura, a Sancho, su escudero, mientras los dos cabalgaban enderezando entuertos.

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