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1682.- Héroe del silencio

30/01/2013

El pasado viernes tuve el honor y el placer de impartir una conferencia en un señero escenario: el salón Vicaría del Monasterio de San Antonio El Real de Segovia. Hubo que cerrar el acceso a tan pomposa reliquia del pasado porque una pequeña avalancha de segovianos pretendía escucharme; la entrada era libre y gratuita, ¡sería por eso!

Centré mi parlamento en seis mujeres castellanas que fueron reinas y en dos arzobispos singulares, uno de ellos nacido en Talavera de la Reina.
¿Las seis reinas? Dos hermanas, hijas del rey Alfonso VI, el conquistador de Toledo: Urraca I, reina de León y de Castilla, y Teresa, la primer reina de Portugal. Dos hermanas, hijas del Rey Alfonso VIII, que las dos fueron madres de santo: Berenguela I, del rey San Fernando III, y Blanca I, del rey San Luis el patrono de Francia. Y dos reinas desesperadamente comprometidas con nuestra historia: Isabel la Católica, y Juana I a la que unos llaman Loca, y otros, como Pérez Galdós, Santa.

¿Los dos arzobispos? Hernando de Talavera, un fraile jerónimo que fue arzobispo de Granada, y el cardenal Cisneros, un fraile franciscano que fue arzobispo de Toledo y regente de Castilla en nombre de la reina Juana hasta que llegó a España su hijo el emperador Carlos.
Nuestro Hernando de Talavera, además de ser un escritor genial fue el confesor y consejero de la reina Isabel y el primer arzobispo de la recién conquistada Granada. Implantó en su diócesis una política de conversión muy suave, evitando amenazas y coerciones. De hecho, impidió que la Inquisición se estableciera en Granada.

Si habilité a Cisneros como “El orgullo y la pasión”, a Talavera lo rubriqué como “El héroe del silencio”.
A él dedico este carpen diem que es final de la cuesta de Enero -los entrecomillados son la contraseña táctica para adentrarme emocionalmente en el embrujo de nuestra historia.

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