1655.- Gol de rabona11/06/2012
Cuando De Guindos tiró el penalti al poste, Rajoy, a lo grande y como si Maradona, metió un golazo de rabona: “Una línea de crédito para el sistema financiero español”.
Por primera vez, como concesión a la Unión Europea, el presidente español hablaba en Moncloa con la bandera de Europa a la derecha de la española (gol protocolario, casi de vasallaje).
Marchó después a Polonia para ver a los nuestros metiendo y recibiendo goles futboleros porque los goles políticos los marca una señora que se llama ‘Prima’ y de apellido ‘Riesgo’: se acerca a la portería escorada ligeramente hacía la banda derecha, hace pensar que su chut no puede llegar a tener la potencia o precisión adecuada y, zas, opta por efectuar una rabona; ella es así.
Si en el fútbol el éxito se llama gol y se canta goooool, en el rugby la cosa se llama ensayo y ouchdown en el fútbol americano.
En la vida, siempre gana el equipo o bando que marca más goles en un período determinado. Goles de cabeza, sensatos y razonados. Goles de penalti, a la desesperada. Goles en contra,¡qué gilipollez! Goles olímpicos, desde la esquina; da igual por la derecha que por la izquierda, también por el centro, ¡solo faltaba! Los de de vaselina son divinos de la muerte. Los de chilena, igual que en el circo. Los hay en túnel, de tijera, de tiro libre directo o indirecto...
Los goles llegan, se sufren o se celebramn y santas pascuas.
Cuando el presidente Rajoy marcó de rabona antes de salir para Gdansk para presenciar el primer partido de la selección española de fútbol en la Eurocopa 2012, sentenció como si en punto y pelota: “Con esto, se ha evitado la intervención y el tope de 100.000 millones a la banca nos da un colchón y lanza a los mercados un mensaje contundente".
Era como provocar al equipo contrario jugando la pelota contra natura, de rabona, ya saben: “Se pega el balón en el que la pierna que golpea la pelota pasa por detrás de la pierna que soporta el peso del cuerpo, es decir, cruzando ambas piernas”, y zas, ¡que Dios te ampare!
El gol (cantado, gritado, o anunciado) sirve de excusa para festejar el éxito de un equipo. Los cánticos de la tribuna y los estertores del narrador imprimen toques de entusiasmo. Como si una bomba atómica de subvenciones celestiales.
Si no fuera por Rafa Nadal en París Mon Amour y por Manolo el del bombo en las gradas de la vida, a estas horas estaríamos en el quirófono de la historia.