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1641. - Un rostro sin cara

30/12/2012

Antiguamente, la Semana Santa era la conmemoración anual de la Pasión y Resurrección de Jesús de Nazaret. Desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. Iba precedida del carnaval y la Cuaresma. Desde el año 525, la Pascua de Resurrección se celebra el domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera: nunca antes del 22 de marzo, nunca después del 25 de abril…
Eso antiguamente. Un embrujo.
Hoy, la Semana Santa en vez de un embrujo es un embrollo. Fechas, actividades lúdicas, paréntesis laborales...

Antiguamente, el pueblo judío tenía prohibido reproducir el rostro humano y los primeros cristianos le representaban con símbolos: un pez, un cordero, un pastor… Nunca con imágenes. Siempre con la imaginación. No sé si por eso, la Semana Santa cristiana es una explosión de imágenes de Cristo tratando de poner vida a un rostro sin cara.
El Jesús de los cristianos es un rostro al que todo el mundo ha intentado poner cara. La imagen que quedó impresa en la controvertida Sábana Santa de Turín y en la Santa Faz de Alicante ha dado pie a millones de interpretaciones de la imaginería y la pintura sacra. De la Santa Faz, mejor no hablar, pero si algún día pudiera probarse que la Sábana Santa pertenece a la época de Cristo, solo serviría para demostrar cómo se crucificaba en aquella época, no para poner cara a un rostro.
El Cristo que pintó Velázquez para el convento de San Plácido de Madrid es un Cristo de dramatismo contenido y con apenas sangre, sujeto por cuatro clavos, con un título en hebreo, griego y latín, y con un supedáneo sobre el que asientan firmemente unos pies. Unamuno se embebió de sentimiento mirando aquel rostro con cara: “¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío? ¿Por qué ese velo de cerrada noche de tu abundosa cabellera negra de nazareno cae sobre tu frente?”
Antiguamente el embrujo, hoy el embrollo. Atando cabos te lo cuento, amigo lector.



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