1593.- El león dormido07/06/2011
Tras el voto nulo de Pepiño Blanco -urna equivocada al votar, papeleta blanca en urna sepia-, lo que pide el cuerpo es hablar de Rafa Nadal. Explicar, soñar, hacernos la pelota, sacar pecho, presumir de guapos, jóvenes y triunfadores… Sentir la emoción al escuchar el himno de España, esto también.
Mientras Rafa se mataba por la gloria de París, una mujer llama a su marido: “Estoy en la piscina con mis amigas, me dicen que tengo que hacer una dieta quemagrasas”. Cada cual a lo suyo pero, como la vida sigue, el marido: "No me importan tus michelines, me gustas así."
Como si aquel comandante japonés que, después del ataque a Pearl Harbor, dijo la famosa frase “Hemos despertado un león dormido”. El león dormido que a veces despierta y deja de bostezar.
Si cuando era alcalde y depredador de Marbella, Julián Muñoz sacaba del ayuntamiento bolsas de basura llenas de billetes, ahora algunos personajillos de estómago agradecido, antes de abandonar el castillo del antiguo amo, sacan bolsas reciclables del Carrefour abarrotadas de documentos comprometedores. Necesitan el silencio de la impunidad y la impunidad del silencio. Se acabó el cambio de cromos por los pasillos y por los despachos. Cuando llegues, busca y encuentra, te jodes. Otros esconden en bolsas térmicas las anchoas de Santoña y los habanos de la isla de Fidel y Raúl, los hijos descarriados de un gallego de Lugo: para los los compromisos de altura estelar, tarro anchoa grande, peso escurrido 200 gramos, peso neto, 325; para los de cuarto y mitad, los entreverados, tarro anchoa mediano, peso escurrido 110 gramos; para los taxistas, tarro anchoa pequeño, peso neto escurrido 60 gramos; para Zapatero, nueve lotes de anchoa tamaño Cabárceno, había que dorar la píldora a mi José Luis, mi Alfredo es de Solares y tiene las suyas.
En cierta ocasión, a Pedrito el de Fuensalida, un chico de Torrijos, le preguntaron: "¿Oye, tú de qué vives?" Y él: “Vivo del cuento”. Nadie se atrevió a seguir investigando. Era como si creyese en los unicornios. O como si se hubiera abanicado con la fábula de Samaniego sobre la serpiente y la lima: "En casa de un cerrajero entró la serpiente un día, y la insensata mordía en una lima de acero. Díjole la lima: «El mal, necia, será para ti; ¿cómo has de hacer mella en mí, que hago polvos el metal? Moraleja: Quien pretende sin razón al más fuerte derribar no consigue sino dar coces contra el aguijón.”
En fin, si le escribes, el león dormido te dirá al despertar: “Contestaré tu carta con mi puño, para que el pulso de mi sangre sientas. Y sin decirlo, sepas que comprendo que en estas horas crueles y violentas, no hay un dolor más grande y más horrendo que hallarse lejos ya de su terruño.” Son versos de Luciano Cavido.