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1589.- El romero y la pobreza

16/04/2011



Los cristianos conmemoran la Semana Santa. Ser cristiano es ser discípulo de Cristo, creer en su doctrina y practicarla. La señal del cristiano es la santa Cruz porque en ella murió Jesucristo… -El Catecismo es el resumen de la doctrina enseñada por Jesucristo, que todo cristiano debe saber y practicar-. Los demás no conmemoran, se suben al carro. Punto y aparte.
Ya en el carro, la Semana Santa se celebra siempre de acuerdo con la luna. El Viernes Santo es el primer viernes después de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera. Es la semana de las concordias y las discordias, y cada cual hace lo que le viene en gana. Principalmente, salir de la rutina diaria (‘rutina’, acto repetitivo), que es un modo de decir que cada cual hace de su capa un sayo. La Semana Santa es una semana de concordias y discordias. O sea, como todas las demás semanas del año.
Se sabe que hay más locos que cuerdos, y que en el cuerdo mismo hay más locura que cordura; esto no hay que probarlo sino abrir los ojos. A esta hora, como ejemplo, una pareja está metiéndose mano en los arenales de una playa y un caza bombardero está sembrando muerte en las calles de Ajdabiya. A esta otra hora, o sea, cuando usted está leyendo lo que escribí, la playa y Ajdavilla encuentra al ser humano cultivando el romero y la pobreza.
Resulta difícil imaginar a Cristo viniendo al mundo para encarnarse en el homo oeconómicus de hoy. Decir hoy que somos hermanos y que hemos de compartir con los demás es una herejía social. ¡Es tan difícil sentirse hermano de los sin patria y de los sin techo! Resulta embarazoso imaginar al padre de Cristo en la lista del INEM, o a su madre buscando trabajo por horas en la casa de una familia de pluriempleados o, enseñando lacras físicas reales o fingidas, pedir limosna, en la puerta de una iglesia o en un semáforo, para sobrevivir malviviendo. Cristo nació cuando nació y le persiguieron y mataron por lo que le persiguieron y mataron, pero, antes de regresar a los cielos, a su cielo, aseguró que se quedaba con nosotros, que nosotros éramos él.
Dios nos creó libres y podemos conmemorar o subirnos al carro. Dar testimonio, pasar de ello o traicionar el mensaje. Incluso pasarnos al terreno contrario y matar por ello o contra ello. Dios, o como queramos llamar el origen de todo, puso en nuestras manos el puñal de la libertad y preferimos ser libres y atormentados que esclavos felices. Sobrevivir es olvidarse de las tormentas y tratar de poseer la felicidad.
Pondré un ejemplo interesado. Al día siguiente de pronunciar el pregón oficial de la Semana Santa de la ciudad de Segovia, en mi pueblo las cofradías celebraron el “Domingo de Lázaro” adjudicando portadores a los pasos de las procesiones de la histórica Semana Santa de la villa episcopal. Y cuando el Viernes Santo en Turégano se celebren sus dos procesiones más históricas, la de la Carrera y la de la Noche Oscura del Alma, llamada también Procesión del Silencio, habrá lágrimas, emociones, fotografías, oraciones, risas y sonrisas… Personas emocionadas y fotógrafos buscando el ángulo más estético para inmortalizar el paso de un cristo o una dolorosa frente a cualquier laberinto del arte y de la historia.
La vida es romero y pobreza. Y no sé si por ello, mi pregón escrito y editado, el que se repartió en la catedral al finalizar el solemne acto, llevaba de colofón final el famoso soneto anónimo “No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, etc.” (algún reportero de oficina alabó “la excelente oratoria del pregonero al declamar el soneto”), pero la verdad es que el final pregonado en la Capilla del Santísimo de la catedral fueron las controvertidas palabras de Rabindranath Tagore: “Tu lenguaje, Señor, es muy sencillo, mas no es así el de los discípulos que hablan en tu nombre. Yo comprendo la voz de tus olas y el silencio de tus árboles. Comprendo la escritura de tus estrellas con que nos explicas el cielo. A veces pego mi oído al corazón de la noche para oír el eco de tu corazón...”

(foto VBV)

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