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1524.- El apalpador

04/01/2001

Las bocanadas postreras del año de cuyo nombre no quiero acordarme (para unos el de la crisis y para otros el de Belén Esteban) vistieron de purpurina y sabor agridulce el penúltimo suicidio de nuestro presidente del Gobierno: “Mi ideología me impide pactar la salida de la crisis”. No sé si lo dijo el día de los Inocentes pero cuando habla lee lo que le escriben, y se nota. ¡Si levantara la cabeza Gonzalo Fernández de la Mora con su ocaso vespertino de las ideologías! Ni la desfachatez del de Solares aireando atentados y secuestros inminentes es comparable.
Las bocanadas primeras del nuevo año (la vida por delante) vistieron de barretina sin escrúpulos el penúltimo suicidio del héroe patrio Joan Laporta: "El Barça encarna la épica que guía a la libertad a los pueblos sometidos. Me seduce presentarme con un partido abierto a quien entienda que Cataluña necesita un Estado propio". Cuando habla, eructa, y se nota.
El no presidente de Europa y el presidente del Barça “mais que un club” son “apalpadores” que sobreviven felices en el show de Truman: primer plano, plano en picado, miembros del reparto a escena, nada de sonido, corte cruzado, encuadre cenital, foco profundo, plano especular, ahora congelado, toma en cámara lenta… Viven en un sin vivir y, como a una Teresa laica y pendenciera, la realidad “les causa dolor tan fiero que mueren porque no mueren”. Cuando se miran en el espejo, encuentran la sombra perdida de su imagen cada vez más grogui. Al menos el segundo (del primero ni se sabe), busca alcohol con burbujas doradas y hembras de quita y pon para depilar el babeo de sus sueños no cumplidos. Escucharle, es como tirar de la cadena para empujar los residuos del inodoro. Acabarán reivindicando un "apalpador", esa locura que piden los del Bloque Gallego para suplir a Papá Noel y a los Reyes Magos.
El apalpador o “pandigueiro” era un viejo de barba rubia que vivía en las altas montañas galaicas haciendo carbón y que, en la noche del 24 de diciembre, se colaba por las chimeneas, se acercaba a los niños y niñas que dormían y les palpaba la barriga para ver si estaban bien alimentados. Les daba un beso en la mejilla y les regalaba una piladita de castañas. “Mejor las Moxie Girlz, señor apalpador”, prefiere la rapaciña. “A mí el Rubik´s TouchCube interactivo”, objeta el “neno”.


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