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1503.- El delfín solitario

31/08/2009

Anoche vi nacer y morir a la dama de una sola noche. Se marchitó cuando la oscuridad no había cerrado del todo las puertas del silencio. La dama de una sola noche es una hermosa flor que nació delante de mis ojos incrédulos, ¡qué hermosa visión, qué tristes sentimientos!
Como son días raros éstos de final de agosto, en la mañana del día en que vi nacer a la dama de una sola noche, en la ensenada de Aldán un delfín jugaba entre los barcos fondeados frente a la playa Area Brava. Se llama Gaspar y dicen que lleva ya dos años paseándose en solitario por las costas gallegas, de norte a sur, de este a oeste. El sábado lo vi en Portonovo jugueteando entres los barcos del puerto y, ayer domingo, ya dije, frente a la playa de Area Brava. Nadie sabe de dónde y cuándo vino, o si volverá de nuevo cada vez que desaparece. Hay quien dice que es un delfín amaestrado por la OTAN para no sé qué secretos. La historia de la ría de Aldán está escrita en las piedras de granito a través de los petroglifos de la Edad de Bronce en Herbello y posee sarcófagos suevos excavados en el Outeiro do Pazo. Desde el Abrente (“amanecer”, en gallego), ese barco amigo en el que disfruto cuando puedo y la mar lo permite, he jugado largo rato con Gaspar enseñándole y ocultándole una de las defensas de estribor. Él saltaba, la encontraba, la cabeceaba e intentaba besarla o morderla, no sé…
Un marinero me dijo que “Gaspar es un cabrón, que cuando dejas un cabo suelto junto al pantalán, lo agarra y lo enrolla en la hélice del barco, toda una faena”. No lo sé pero como el sábado estuve a su lado en Portonovo y el domingo lo encontré en Aldán y allí coqueteamos, se me ocurre pensar que me está persiguiendo en los últimos suspiros del verano. Gaspar es inconfundible. Lleva siete cicatrices, curadas ya, en su lomo de luna llena. ¿Por qué siempre va solo y aparece y desaparece sin avisar? La última vez que lo vi, a eso de las siete de la tarde del domingo, Gaspar quedó entre las bateas de la Ría de Aldán. Al despedirse, lanzó al viento uno de sus gritos de andar por casa, como un latido chirriante de su corazón solitario.
Cuando si Dios y la crisis me lo permiten, el próximo verano vuelva a navegar por este paraíso de aguas claras al sur de Finisterre, no buscaré a Gaspar porque él no es de los que aparecen cuando se les busca, pero sé que si aún está de humor o de servicio los dos encontraremos un pretexto para decirnos que, a pesar de la Epiphyllum oxypetalum, la dama de una sola noche, merece la pena seguir viviendo.

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