1461.- Lo hicimos hace treinta años06/12/2008
Gélido invierno en Rusia. Un funcionario busca desesperadamente su capote para combatir las bajas temperaturas. Akaki Akákievich, un personaje que no es nadie y que podría ser cualquier persona que deambulara por la calle, intenta resguardarse del frío. Cuando consigue su ansiado abrigo sigue sintiendo frío. El invierno que lleva dentro es mucho más gélido que el mundo que le rodea...
Ando leyendo un cuento de Gógol y así la vida del hoy y del ayer, del mañana, depende del tipo de invierno que llevamos dentro los unos y los otros, siempre los unos y los otros.
Cuando detenemos el anteojo o el ensueño en aquello que hicimos hace treinta años, hay recuerdos que duelen y presagios que perturban: “Una maravilla a medias”, pensábamos entonces; “Un esperpento necesario”, piensan muchos ya y algunos hasta lo dicen. Dijimos: “Si fuere necesario, la Constitución se cambia en cualquier momento”, decíamos y ya ven.
Te lo cuento hoy en el treinta aniversario de aquella treintañera que tuvo la hermosa virtud de estar pactada por los dos grandes partidos, la UCD y el PSOE (la mayoría de los españoles de entonces) y medio aceptada por los demás.
Lo que hicimos arriesgadamente hace treinta años –muchos teníamos treinta años o así- hoy permite a los españoles (en lo que se puede y vale) decir lo que quieren, hacer lo que les viene en gana, rebelarse contra todo y revelar lo que quieren revelar.
Hoy, treinta años después, casi una vida, los visitantes del Congreso de los Diputados lo que buscan es el morbo de localizar en el hemiciclo los impactos de bala de cuando lo de Tejero, y algunos de los que entonces dijeron “sí, pero ya veremos” se reúnen por su cuenta para conmemorar el 30 aniversario de la Constitución española con un entierro simbólico de la Carta Magna, la queman en público y gritan «Viva la República, muerte al Borbón».
Es lo des siempre otra vez. El invierno que llevamos dentro es mucho más gélido que el mundo que nos rodea. Lo que hicimos hace treinta años los que teníamos treinta años o así, no permite saber a qué carta quedarse para el futuro, pero “cum tacent, clamant”, como decían los latinos y yo me sé.