Volver a Artículos     
1441.- La noche está recién lavada

18/05/2008

Si el Barça de Zapatero ha perdido la Liga, la culpa es del Madrid que le ha metido 18 puntos de diferencia, dos humillaciones y una patada en su dignidad culé; tan evidente la cosa como que hay tres jueves en el año que relucen más que el sol y uno de ellos cae en domingo -Toledo anda estos días en la vorágine del adorar a Dios y poner una vela al demiurgo madrileño de los restaurantes de la Ciudad Imperial-.
Si España ha entrado en una crisis económica que no se sabe bien si es coyuntural o permanente, la culpa no es de Solbes el Sin Alma Conocida sino del PPCHE que no supo hacer la sementera.
Si el Partido Nacionalista Vasco enciende cada semana, cada día, casi cada minuto, una vela a Dios y otra al diablo, la culpa es del PPCHE (Partido Popular Chivo Expiatorio). El martes, Ibarreche vendrá a Madrid para encender su vela a Zetapé. Un cirio que ambos disfrazarán de fracaso. Se quieren tanto que tienen que disimular. Ambos necesitan escenificar su desencanto fingido -me duele que llamen Pinocho al presidente del Gobierno de España; sabemos que celebra su onomástica el 28 de diciembre, día de los Inocentes, pero es otro cantar-.
Esta semana parirá doña Carme Chacón, aquella que dijo que su único objetivo político es que desapareciera el PPCHE. ¡Enhorabuena, ministra, lo estás a punto de conseguir! ¡Lo del hijo y casi lo del PPCHE! ¡Enhorabuena también a Miguel, el padre de Miquel Barroso Chacón! Hasta que vuelva doña Carme, Rubalcaba se encargará de esa cartera ministerial. Todas las armas para él: las de la Policía, las de la Guardia Civil, las de los espías internos y externos, y ahora también las de los tres ejércitos -Tierra , Mar y Aire, se decía cuando había Mili y nos contaban la cosa-. A ver si aprovecha el interregno para quedarse definitivamente con las armas de los etarras, esos malditos canallas tan simpáticos para Ibarreche y demás visionarios mezquinos.
En fin, como la noche está recién lavada, en la mañana del domingo anterior al jueves que cae en domingo acudo al Auditorio Nacional de Música madrileño para escuchar al genial Kremer y su violín Guarnerius del Gesú. Los instrumentos creados por Amati, Stradivari y Guarneri siempre fueron el no va más: “Se construyen los mejores violines de de Italia”, anunciaba Amati; “Se hacen los mejores violines de la ciudad”, pregonaba Guarneri; “Se construyen los mejores violines de este edificio”, advertía Stradivari -los tres genios tenían el taller en la misma casa de Cremona, ¡viva el marketing!-. El Concierto para Violín y Orquesta de Beethoven es el ángel del mediodía, su hilo conductor.
Con tanto sobresalto, busco un amigo que me lleve al MIBU. Ya lo escribí en otra ocasión y aún espero. El MIBU es la exclusividad, la excelencia, el sancta sanctorum: veinte metros cuadrados, sólo una mesa, prohibición de volver en menos de un mes, por estar allí hay que pagar el sueldo de un mileurista afortunado. Es el más privilegiado restaurante del mundo según cuentan los que dicen saber. Mientras espero esto y lo otro, vivo. Y mientras vivo, escucho la Quinta de Prokofiev. El día de su estreno en Moscú, el concierto tuvo que interrumpirse ahogado por el ruido de los cañonazos que celebraban el paso del ejército rojo por el Vístula en su victorioso avance hacia Berlín. El azar quiso que aquel músico muriera el mismo día y casi a la misma hora que Stalin. En la vorágine noticial, la muerte del músico pasó inadvertida -también de todo ello tuvo la culpa el PPCHE, esa entelequia maligna de los supervivientes.
El mes de las folores entra en su recta final. Hemos pasado del Dos de Mayo de doscientos años después y del San Isidro bendito que se alarga en furores taurinos. Ya hemos regresado del Rocío, donde creyentes y no creyentes pasan de Dios pero piropean a su divina madre, la Blanca Paloma. La noche está recién lavada. Casi estoy por jurárselo al Dios de la lluvia.

  Volver a Artículos