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1434.- ¿Romper el Buda?

08/04/2008

No eres tú, amigo lector, de los que sólo leen los titulares. Lo sé porque andas ya en la segunda línea de este cabo suelto de una Semana de Investidura trascendental para nuestro futuro.
¿Conoces la famosa leyenda del “Buda de Barro”? Era una estatua que alcanzaba tres metros de altura y que durante generaciones fue considerada sagrada. Un día de primavera, debido al crecimiento de la ciudad, los políticos decidieron trasladarla a un lugar menos engorroso.
Encomendaron el traslado a un monje ducho en las cosas de Dios y en los servicios al Hombre. Puso manos a la obra: planificó, organizó, integró los medios humanos y técnicos precisos y, ¡hala!, a comenzar el traslado. Pero lo que nunca pudo sospechar aquel monje es que, al mover la estatua, ésta se deslizó y cayó agrietándose en varias partes. Fueron unas horas largas por el agobio, oscuras por el no saber y lluviosas porque aquella primavera no era como la de este empecinado año de sequías pertinaces en que sólo llueve para romper farolillos en la Feria y aguar la fiesta a los sevillanos.
Pero el monje, en vez de desesperarse, trató de encontrar una salida y, al observar la escultura resquebrajada, cayó en cuenta de que la luz de su linterna se reflejaba a través de las grietas de la estatua. Algo había detrás del barro y el voluntarioso fraile decidió asumir un riesgo que parecía una locura: romper totalmente la estatua.
Como debajo se escondía un Buda de oro, bucearon en ello los historiadores y averiguaron que, en una época lejana, el pueblo, a punto de ser atacado por alguno de sus enemigos irreconciliables, para proteger su tesoro lo cubrieron con barro. Como cuando aquel pueblo de espectros y fantasías fue atacado y saqueado, el tesoro fue ignorado por los bandidos, se decidió seguir manteniéndolo oculto y evitar futuros intentos de rapiña.
Con el tiempo, el Buda de Oro se convirtió, como casi todo el pasado histórico, en un invento insensato de los viejos maniáticos. Como lo de “Legión” en “León”, lo de Talavera en la Mancha, lo de Euskadi o Cataluña en nación, y tantas otras fábulas de de mentira piadosa.
Amigo lector, si aún me lees, tú no eres de los que se quedan en los titulares. No creas todo lo que dicen unos y otros en este apasionado que no apasionante Debate de Investidura. Equivócate o acierta en la soledad de tus cavilaciones. Es posible que en el interior de nuestra estatua agrietada esté escondido un gran tesoro, o que, al remover el barro, el artilugio legendario se convierta en solo polvo.
No creas demasiado en los titulares de los periódicos: arriésgate y ata por ti mismo los cabo sueltos de este país que no sabemos si se desmorona o si cada vez es más sólido. Como mañana será otro día, pon nombre a las estatuas y a las entrañas de las estatuas.

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