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1428.- El debate nacional

26/02/2008



En el ruedo ibérico de las nostalgias históricas y los deseos alocados hay debates a cara de perro y debates a pis de perro. Los primeros para morder, los segundos, para marcar territorio. De los primeros, el de Gabilondo con Rajoy, de los segundos, el debate turiferario del propio Gabilondo con Rodríguez.
Hay debates paripé como el de Luis y Raúl sobre si sí o sobre si no, y hay debates a la defensiva, debates para no perder. Hay debates extravagantes, inoportunos, cobardes, pendencieros, de guante blanco y de guante de hierro... Debates monólogo como el de Solbes y Pizarro, una tostada sin aceite ni sal.
Los de Rajoy y Rodríguez, se sabe, son debates para romper las encuestas y no para aclarar conceptos, una coña marinera donde la corbata es más importante que la palabra. El debate nacional es una canción sólo con música. Un lalalá de entusiasmo cuyo resultado se escribe antes del encuentro y que dicta de antemano el asesor de tu amigo: qué escribirás mañana para ayudarme, qué dirás, que no dirás…
Con debates como el de ayer, ni Rajoy ni Rodríguez se saludarían a sí mismos de encontrarse por la calle. “No me fío de alguien como yo”, se dirían, igual que Groucho Marx cuando "jamás aceptaría pertenecer a un club que me admitiera como socio". No se saludarían porque para saludar y saludarte necesitas pasear al perro: "hola, qué tal, ¿un Schnauzer Miniatura blanco, verdad? ¡Qué mono!" "¿El tuyo un Beagle?" "¡Se gustan!" "¡Un amiguito!"... En el debate nacional, el perro es el altavoz.
Nueve puntos de ventaja llevaba el Madrid al Barça en el debate liguero y un día andan en empate técnico y al siguiente en el columpio del sube y baja. Como la política, el fútbol es una cantilena azarosa donde la pelota entra o no entra; ni San Pedro tiene las llaves de la gloria ni Lucifer las ganzúas de las Tinieblas.
En mi caso, para no tener la oportunidad de saludarme, me sumerjo en el nuevo Potter. La Rowling no es Tolkien, el del Señor de los Anillos, ni C.S. Lewis, el de las Crónicas de Narnia, pero me ha encantado en Las Reliquias de la Muerte. Más aún que en El Prisionero de Azkabán, cuando el hombre lobo y el licántropo. El niño de la cicatriz en forma de rayo en la frente, a lo largo de tres mil setecientas páginas de apasionantes desvaríos ha dejado huella en las cicatrices del recuerdo y sus secuelas -ya no escribe la Rowling en una mesa de bar sino en una mansión de multimillonaria y eso se nota para bien-.
Rajoy y Rodríguez no tienen tiempo para leer o releer pero Zeta, al repasar los titulares del pasado viernes entre los que aparecía la publicación del nuevo libro (jueves 21 de febrero, 18,30 de la tarde, el mundo en lengua española paralizado), bromeó ante sus asesores sobre la ayuda que Harry Potter le supondría en las próximas elecciones.
En fin, si hoy nos saludáramos a nosotros mismos sería por romper el silencio, que "Piedras apaño cuando ves que callo". Como en el soneto de don Francisco de Quevedo.

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