1359.- Narnia13/11/2006
Hace más de medio siglo, Clive Staples Lewis se inventó un país de maravillas, fantasías y embrujos llamado Narnia. Él y su amigo y colega Tolkien inauguraron la narrativa fantástica actual y, con las superproducciones cinematográficas de sus obras, se armó el guirigay mediático. En “El león, la bruja y el armario”, cuatro niños que vivían en una casa solitaria descubrieron un armario que servía de puerta de acceso a Narnia, un país congelado con inviernos eternos y sin Navidad.
He aquí los hermanos Pevensie de la crónica: Peter, que se encargaba de poner paz entre sus hermanos; Susan, que tenía una tendencia algo mandona pero que era de buen corazón; Lucy, la más pequeña, que siempre andaba preocupaba por todos; y Edmund, un muchacho que se sentía celoso hasta de su sombra al que le gustaban a rabiar las delicias turcas y que se alió con la Bruja Blanca.
En su Narnia personal, ZP esgrime cada día un nuevo «look» y van tropecientos: ayer el flequillo, luego el peinado y ahora esas gafas sin montura que le llevan en volandas a predicar en Turquía la Alianza de Civilizaciones, esa cosa. Cumpliendo con las viejas profecías, se ha metamorfoseado en Edmund e intenta hacer de nuestro país una Narnia en la que si los jueces aplican las leyes cometen «agresiones intolerables a la izquierda abertzale». Si los proetarras tratan de quemar vivos a dos agentes de Policía rociándolos con gasolina, Peter se rebela indignado y Edmund dice a su hermano que es “un desvergonzado maldiciente” por protestar. En Narnia ZP, los muertos por el terrorismo de ETA nada son si les compara con las víctimas del cambio climático y no digamos con las del Diluvio Universal de cuando lo de Noé.
En la Narnia ZP, un diputado del pesoe madrileño que además fue presidente de la comunidad de Madrid (ese que dijo que el Estatuto catalán "no cabe ni en la Constitución ni en cabeza humana que piense en un Estado democrático") y un senador del pesoe madrileño que además fue alcalde de la capital andan que trinan contra la decisión de ZP de colar como candidato a la alcaldía de Madrid a “un conejo que sale de la chistera”. Trinan, gorjean, cantan y hasta berrean. Para Juanito Precipicio, perdón, quise decir don Juan Barranco, la referencia más directa a don Miguel Sebastián, el promoveatur de ZP, es para decir que no le conoce: “Yo no tengo candidato, pero sí ideas de lo que no se debe hacer, que es poner un candidato cada cuatro años. No podemos ganar Madrid con aves de paso…"
Te lo cuento desde la plaza murciana del Cardenal Belluga. Murcia, en este veranillo de San Martín que casi nunca falla, no es sólo la catedral. Es también ‘Il café di Roma’, la ‘Cervecería la Mejillonera’, el ‘Café La Catedral, la ‘Tasca Los Zagales’, donde te ponen unas gabardinas de boquerón que saben a esplendidez... En la Plaza de los Apóstoles, justo detrás de la catedral, hay una lápida de mármol blanco donde por el deterioro de la intemperie el texto apenas se lee: “A la prensa española que conmovió la caridad del mundo a favor de Murcia cuando la triste inundación del 15 de octubre de 1879…” Nadie se preocupa de estas cosas pero, Deo volente, resulta curioso dedicarlas algo de tiempo, sin paular ni maular, en las noches paseadas. Para mi capote, Murcia es una ciudad con bullicio en el día, sin caraba en la noche y con el mejor zarangollo, una especie de pisto a base de calabacín, cebolla y huevos. Murcia no es Narnia porque aún no ha llegado allí ZP…
Amigo, no adores la palabra ‘melancolía’. Ponte las zapatillas y, si te deja la desilusión, disfruta. Con permiso de Heráclito, báñate en el mismo río y olvida que vivimos con el león, la bruja y el armario, o sea, en el país de Narnia, un picajoso lunar en la convivencia organizada. Thank you, señora melancolía.