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1355.- Caput aut navim

17/10/2006



Lo del ex ministro Bono es un decir sin decir. Como si se la jugase cada mañana a “caput aut navim” (cabeza o nave), que es como llamaban los latinos a nuestro “cara o cruz” -las monedas romanas solían llevar por una cara las dos cabezas de Jano y por la otra la proa de un navío-. Su lenguaje (con ‘ejque’ o sin ‘ejque’) es un veneno que parece un antídoto. Como cuando un poeta abre los labios y el pueblo piensa que ha nacido algún titán: “Él era fortaleza de cantos y estampidos, fue como un panadero: con sus manos hacía los sonetos”. -No se refería Pablo Neruda al político de Salobre sino al poeta de Orihuela, aquel Miguel Hernández que tanto dio que hablar cuando hace setenta años en España pasó lo que pasó-.
Es un maestro de la palabra que abandonó la vida pública hace seis meses pero que sus mensajes se avistan noche y día en el decorado político de la España residual. ZP es tardo, encogido, reservón, incierto. Bono no es que mueva el capote de las palabras en manoletinas lentas pero tiene cierto ajuste en las gaoneras, algún salero en las chicuelinas y hasta suficiente aire a la verónica. Sus pases de castigo por la cara son antológicos: si dice, por ejemplo, que la vicepresidenta del Gobierno “es un lujo y que será en la vida lo que se proponga”, todos entienden que “ser un lujo” es un no decir y “ser en la vida lo que uno se propone” es un hablar por hablar. Como cuando los panaderos hacen sonetos con sus manos enharinadas, ya dije.
A poco que las cosas se enhebren en el ojo de la aguja del destino, Bono llegará a ser el “caput conjurationis” (la cabeza de la conjura) y el “caput rerum” (la cabeza del Gobierno). Se avisa en sus cantos y estampidos (sobre todo en los estampidos, que por algo fue ministro de la guerra o algo así). La claridad de este hombre es pura tiniebla, jo: “Mi relación con Zapatero es la de dos amigos de verdad que se dispensan un afecto sincero y creciente. Mi trato con Blanco es el de siempre: respeto y claridad”. Cuando dice que «a nadie le amarga un dulce», no habla del caramelo ofrecido por la mano lisonjera sino del dulzor de la mano al ofrendar. Es como si dijera: Mira, José Luis, no quiero tu pastelito pero ¡eres tan dulce al ofrecer!
El ex ministro de Defensa dice algo cuando dice y dice mucho cuando no dice. Si le preguntas si se lleva bien con Esperanza Aguirre, te suelta un contubernio inflamado: “Como no puedo hablar bien de ella, prefiero callar” -Sabe que hay silencios que matan y despliega una salmodia sigilosa-. En su lenguaje críptico, si le preguntas sobre la posibilidad de que María Teresa Fernández de la Vega acepte la dulce píldora que él desechó, te suelta un sin decir: “Su honradez sin tacha, su profesionalidad y su capacidad de trabajo la han convertido en un lujo de señora que llegará a ser lo que se proponga…”
Miren esta píldora: “Como presidente del PSOE de Castilla-La Mancha, con 56 años de vida, 21 de presidente de la región que más quiero de España, dos años de ministro y, lo más importante, más de 30 años como socialista, me desagrada que alguien me mire como un mercader”. En su antepenúltima entrevista explicó que su mujer es una tendera rica; sabe latín pero se olvida del “excusatio nom petita”.
Le darán el Nóbel de literatura. Es como Orhan Pamuk, que se enfrentó hace seis meses a un proceso judicial por haber mentado el «genocidio armenio» y los suecos le han concedido la súper excelsa. Sólo he leído “El astrólogo y el sultán” pero recuerdo que en aquellos espacios turcos la política no era una opción sino el espacio en el que se constituye el hombre. No me gustó, pero soy muy honesto, discrepo conmigo mismo y aseguro ahora que es un libro genial. No me la jugaré más a “caput aut navim” y me pondré a leer su “Me llamo rojo”, su “Istambul”, su “Libro negro”, su “Casa del silencio”…

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