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1353.- Chihuahua y olé

03/10/2006

Garabateo mis duelos y quebrantos de hoy en un aeropuerto. Ando a punto de iniciar un viaje loco: son las cuatro de la mañana del jueves y, como mis pequeñas locuras se clasifican de acuerdo con el tipo, el grado y la aceptación, en este caso lo mío va de “locura de tipo sin sentido aparente, grado intermedio y aceptación qué otra cosa puedo hacer”.
Voy a Chihuahua para impartir una conferencia en la mañana del viernes 29 de septiembre, pero para arribar a esa ciudad mi travesía por tierras, por cielos y por mares se inicia en Madrid, continúa en Ámsterdam, luego en la ciudad de México y, al final, en la capital del Estado más grande del país de Pancho Villa y Carlos Fuentes. Aprovecharé para visitar, supongo, la catedral y el Museo de Hidalgo, un hijo de españoles: “don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de doña Ana María de Gallaga, españoles conyuges vecinos de Corralejo”. Me entretendré en releer la patética acta de excomunión: “Por la autoridad de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea condenado Miguel Hidalgo Costilla, excura del pueblo de Dolores… Que el Padre que creó al hombre le maldiga, que el Hijo que sufrió por nosotros le maldiga, que el Espíritu Santo que se derrama en el bautismo le maldiga, que la Santa Cruz le maldiga, que María Santísima le maldiga…”
En la mañana del viernes, casi mil universitarios y universitarias pensarán que me he vuelto una mezcla barata de Dios y la Paulina Rubio. Espero que otros compartan mi propuesta para la necesaria “metamorfosis para ser más grandes”, que es el lema de estas jornadas a las que he sido invitado. Explicaré, muy serio y muy como si en manoletinas lentas moviera mi capote de las palabras, que el toro que han de lidiar los jóvenes no está en la dehesa sino en la plaza de su vida. Y les diré también que las habilidades son como el paraguas, que se pierden cuando no se utilizan, y así.
En la noche no sabré contenerme y discutiré acaloradamente con Nacha Rodríguez, la revolucionaria mexicana del 68, y con David Roura, otros dos participantes en esto de “la metamorfosis para ser más grandes”; tan cultos y tan divertidos aunque sigan creyendo a pie juntillas en la revolución cubana. Me contarán emocionados la “gesta heroica” de nuestro Víctor Manuel cuando hace años pisoteó delante de ellos la bandera de España -un abrazo, Nacha y David. Os quiero a pesar de vuestras palabras para mí excéntricas, tan excéntricas como las mías para vosotros y vuestros hermanos de comunión revolucionaria. Muy cerca, en Hidalgo del Parral, murió en una encerrona el “centauro del desierto”, Doroteo Arango, o sea, Pancho Villa, aquel revolucionario romántico que reclutaba gringos: “Por oro y gloria ven al sur de la frontera y cabalga con el liberador de México. Pago semanal en oro para dinamiteros, artilleros, maquinistas, ferrocarrileros…”
Si la organización me encuentra un hueco, recrearé un par de horas mi ocio, una leche de ocio, y correré de nuevo al aeropuerto, esta vez camino de Houston, en la sorprendente Texas, donde, después de seis horas de aeropuerto, volaré de nuevo hacia Ámsterdam y finalmente a Madrid; quizás tenga tiempo de acudir al Bernabéu en la tarde del domingo y sufrir lo que haya que sufrir. Todo ello en menos de cuatro días, o sea, lo dicho: “una locura sin sentido aparente, grado intermedio y aceptación qué otra cosa puedo hacer”. No quedaré atiborrado de salsas: la verde, la roja, el pico de gallo, el guacamol, la borracha, los moles…
Ya de regreso, en el aeropuerto de Ámsterdam compraré, además de unos bombones holandeses, el periódico El Mundo (tres euros, jo) y leeré a mi querida Cayetana: “A las ocho, Luis María, cojo el AVE a Sevilla”. Vengo de México y ese ‘cojo’ de Cayetana Álvarez de Toledo me invitará a sonreír…

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