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1330.- Rafa I, rey de Europa

23/05/2006

Más grande que la puerta más grande, casi el Obradoiro compostelano, jo, como cuando se murió Franco y así, el diario mexicano “ESTO” abrió sus escotillas imperiales en la mañana del 18 de mayo: “RAFA I, REY DE EUROPA”. Y luego, en el transversal de la noticia alienada por la euforia patria: “Rafael Márquez celebra, eufórico, la conquista del título europeo con la bandera de México, la camiseta del Tri y un balón como panza”. Más adelante, en la letra chata de los renglones torcidos, el comentarista resuelve a lo mariachi: “Un entrenador aún inmaduro y un árbitro corriente echaron a perder lo que prometía ser un espectáculo excepcional.” O sea, que el verdadero campeón de Europa, el rey, es Rafael I. Los demás, la comparsa y poco más. Miren el epitafio: “¡Gózalo, Barça! ¡Eres el rey! ¡Disfrútalo, Rafa! ¡La Copa es tuya!”. Pues eso: ¡Viva Rafa I, rey de Europa!
Lo ando leyendo en el Zócalo, esa plaza inmensa donde México, la Nueva España, es tan nuestra (cerramos puertas y armamos rampas, dice el piloto) que parece Salamanca a la intemperie.
Poco antes de entrar en la Cámara Local de Diputados (“Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”, reza el frontispicio), Francisco Madero, un tataranieto de aquel Francisco Madero de cuando la Revolución, me cuenta que su mayor urgencia sin prisas es sentarse al lado de su abuelo Paco para que le cuente cosas de cuando aquello. Ah, y mirarle a los ojos siempre jóvenes, me dice también. Le pregunto por Rafa Márquez, el rey de Europa, y me dice que lo suyo fue una proeza genial, otro héroe mexicano.
En ello ando, cuando, al regresar a mi hotel, en plena Zona Rosa del DF, al pie del ángel de la Independencia hoy rodeado de armaduras de acero malcarado que apenas deja asomar por el cielo de los andamios la dorada vestidura alada, me entregan, casi con recochineo, un periódico español algo atrasado. Leo en la contraportada: “La convocatoria a la cena que la vicepresidenta del Gobierno de España ha organizado para honrar y dorar la píldora a la presidenta de la República de Chile tiene un tufillo sexista”. Ella, doña Teresa Fernández, la recién casada según dicen, ha organizado una recepción en el Palacio de El Pardo “a la que han asistido 156 mujeres: 155 ‘pesos pesados’ más Isabel Gemio” (sic). No sé si reírme o echarme a llorar; no por la sarcástica e injusta alusión a la inculta Isabel Gemio, sino por la caravana humillante de mujeres organizada en mi país por la Señora de la Vogue. ¡Pobre Isabel!, al parecer era la única don nadie que pasaba por allí. Lo escribe Rosa Rigalt, mujer también, y añade con sorna viperina: “¿Hubiera habido 156 hombres dispuestos a renunciar ese miércoles a la final de la UEFA?”
Para honrar a Michelle Bachelet, hasta la Pilar Bardem, esa eso, sirvió y daba esplendor. Sólo sobraba Isabel Gemio, la menos mujer entre las mujeres peso pesado. Asistió también Esperanza Aguirre, como presidenta del Gobierno de Madrid, pero las invitadas del PP se negaron a conferir oropeles al sarao; “por discriminatorio”, dijeron.
¿Cuántos chilenos, Dios, se habrán sentido humillados hasta los cataplines por el trato sexista y de mancebía con que se ha tratado en la España de cuotas a su presidenta?
Si Rafa Márquez es el Rey de Europa para los mexicanos, doña Teresa Fernández es la reina del Serrallo para los españoles. Es una mujer de alma roja y de corazón ajado que cuando encumbra, humilla, y cuando sojuzga, ennoblece. Con su procesión de mujeres, la cuota socialista se ha ido a tomar vientos.
A la periodista del tufillo malicioso, la salva su ironía tenebrosa. Cualquier día nos pondrá como ejemplo de sabiduría inmarcesible a doña Carmen Calvo, esa ministra nuestra de Cultura que en la caravana de El Pardo parecía un papagayo disfrazado de abedul

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