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1277.- Españolito, ya sabes

Creíamos que España era el Kunlun, aquel monte imaginario de la China que custodiaba Lu Wu, un semidiós invencible. Medía cientos de miles de metros de altura y abarcaba una superficie inmensa. En lo alto, crecía un árbol gigantesco cuyo contorno no podían abarcar cinco hombres cogidos de las manos. Nadie podía destruir el monte Kunlun -se cuenta en el “Libro de los montes y los mares”, escrito cuando Alejandro el lacedemonio atravesaba el río Gránico para dar comienzo a la mayor campaña militar de la historia; un joven de 18 años se puso al mando de un modesto ejército y logró fundar lo que en su época sería el mayor imperio conocido-.
Los españolitos nos habíamos acostumbrado a acudir a la cita con la vida convencidos de que nuestra patria jamás volvería a cruzar el Helesponto y ahora, ya ven, cuando se manifiestan las víctimas del terrorismo y quienes con ellos sufren, sólo hay banderas de España y de las Comunidades Autónomas inventadas para cerrar la herida de las dos Españas. Por el contrario, cuando se manifiesta la otra España, sólo aparecen banderas republicanas e independentistas -¡Qué decepción, por ejemplo, cuando, en las manifestaciones para que España no estuviera del lado de los que luchaban contra Sadam Husein, no se enarbolaba la bandera de la patria de todos! O como cuando se casó el futuro Rey de España y los independistas consiguieron que los balcones de Madrid se emperifollaran de colgaduras color fucsia-. Según la terminología utilizada por Peces Barba en el homenaje a Santiago Carrillo, en la gigantesca multitud que el pasado sábado exigía al Gobierno de España que no negocie con ETA sólo estaban “los malos”. No acudieron “los buenos y los menos malos” porque, al parecer, éstos han cruzado el Helesponto acompañados por don Gregorio, el clamoroso ausente en la manifestación de Madrid.
A pesar de que la SER y TVE se esforzaban en comunicar que “en las manifestaciones de este tipo siempre hay riesgos para la integridad física de las personas”, no hubo el más mínimo incidente. Allí estuvimos un millón de manifestantes (según la policía madrileña, 850.000, y según el Gobierno de Rodríguez, un cuarto de millón nada más). Desde dentro, sentí la misma rabia de cuando me manifesté por lo del 23F, de cuando lo de Miguel Ángel Blanco, aquel muchacho que era como si a cada uno le arrancaran algo muy propio, y de cuando lo del 11M del año pasado.
Si desde el otro lado del río Gránico, la otra España quiere negociar con los asesinos, ellos sabrán, pero en mi nombre y en el de las víctimas, no -Por si a alguien le interesa mi trayectoria y experiencia en estas lides, fui uno de los que formé en técnicas de negociación a los guerrilleros guatemaltecos cuando decidieron, con el patrocinio de Naciones Unidas, abandonar la guerrilla de su país; otro de los implicados cuando aquello fue don Gregorio Peces Barba precisamente-.
Ver en la manifestación a Irene Villa y a su madre, a muchos supervivientes malheridos o a Pilar Elías, la concejala del PP en Azcoitia que tiene que soportar cada día la abominable presencia del etarra asesino de su marido frente al portal de su casa, implanta en el corazón mil gritos de impotente rabia. Menos mal que el Gobierno de Rodríguez libró a los españoles del mal trago y Televisión Española, ignorante de lo que estaba sucediendo, no retransmitió en directo una sola imagen. Para contraprogramar, el PSOE manifestó que la Comisión de Investigación del 11-M ha dejado patente que el anterior Gobierno del PP no previno la amenaza del terrorismo islamista.
Creíamos ser aquel monte de la China que nadie podía destruir, pero de nuevo hemos entrado en el purgatorio punzante de las dos Españas. Españolito, ya sabes, pregunta si no a Machado: una de las dos Españas helará tu corazón…

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