1264.- Canis y pijos
No hablaré del presidente locuaz y gárrulo de Cataluña, esa momia sin edad, sino de los ‘canis’ y los ‘pijos’ de Sevilla, tirios y troyanos, Marta y María, nada que ver la paliza a Rosauro Vero, ese empresario de 25 años que maneja el copeo pijo en la ciudad del “no-madeja-do”, o “no manejado” como allí se dice -en las dos Españas siempre hubo cobardes envalentonados por la seguridad que proporciona el ir en grupo-.
Sevilla es España en el espejo, se sabe: la luz y el verde a la orilla del río, la bugambilla de los jardines de Murillo en primavera, el azahar y el incienso, el color especial, el misterio y la aventura; ¡ay, barrio de Santa Cruz, puente de Triana, calle Betis, Torre del Oro! Dan ganas de gritar un "mi arma" de azúcar moreno y abanico pintado a mano. Sevilla no es ya la Macarena, Felipe González y los Del Río. Ni siquiera Juan Belmonte tomando en Madrid la alternativa de manos de Machaquito, Rafael "el Gallo" de testigo. Ni Rosauro paseando duquesas de sonrisa lánguida.
Siempre está a la gresca Sevilla, el espejo: Belmonte y Joselito, ahora ‘canis’ y ‘pijos’; lo comprobé personalmente este fin de semana. Sevilla nunca fue del todo San Isidoro y San Leandro con mitras y báculos y la madeja de hilo a sus pies- cuando el hijo del Rey Sabio dejó que la ciudad siguiera fiel a Don Alfonso hasta sus últimos días, como muestra de su gratitud concedió al Ayuntamiento que en su escudo pusiera las sílabas ‘NO’ ‘DO’ y entre ellas una madeja-.
Cuando anochece, Sevilla, el espejo, es ahora una embestida de ‘canis’, trabajadores o estudiantes de origen modesto por la mañana y jóvenes peligrosos por la tarde. Ésa podría ser la definición de los ‘canis’, término acuñado en los últimos tiempos para definir un colectivo de jóvenes, en su mayoría menores de edad, que atacan y roban con desmedida violencia a chavales de su misma edad, pero pertenecientes a un estrato social más acomodado. Llevan gorras de diversos colores -la preferida es blanca-, ropa deportiva de marca y zapatillas también de deportes. Con la nuca y la sien muy rapada y el resto del pelo de punta. Les encantan los adornos de oro. Van en moto porque no tienen caballo, y cada viernes y sábado emprenden su impune «cacería» de pijos en zonas de movida. Para hacerse respetar, roban algo de dinero y especialmente los teléfonos móviles. Es curioso que, aunque malos estudiantes en su gran mayoría, conozcan sus derechos de la Ley del Menor con la precisión del mejor abogado. Saben el grado de responsabilidad que corresponde pagar por sus actos, que muchas veces es ninguna- los sevillanos dicen que esta hiperprotección legal desmotiva a la Policía, que sufre con frecuencia chanzas de los jóvenes: «Dentro de dos horas estoy en mi casa», dice el cani o la cani cuando le llevan a la comisaría.
Joselito era la elegancia corporal, Belmonte, con su contrahecho cuerpo, era la inspiración y la genialidad de la danza. Ahora, en los Foros de ‘AndaluNet’, esa cosa que ofrece plataformas de encuentro en Internet, te puedes encontrar con aportaciones tan salerosa y tan mal hablada como ésta: “Ola a to2, mira yo pienso, k los pijos en verda, se kreen los reyes dl mundo, y se kreen k x tene mas duro k los canis, pos son mejores, y a las personas no se les jusga x su dinero sino x cmo son, y si existen personas k magonean x el dinero k tienen, poS los canis tenemos k asernos respetar, y si nos portamos cmo nos portamos, pos dejarnos liberta, es nuestra forma d divertirnos…”
Puestos así, los enamorados nunca sabrán si su alma gemela es pija o cani, pega lo primero. Y es que Sevilla, esa España en el espejo, es ahora un hueco vacío por el que vuelan aves nocturas, canis y pijos, famosas celebridades flor de un día. Llevamos dentro el silencio llorón del azahar a destiempo, pero llamaré a Machaquito para saber qué pasa en este “Chicago” de Roxie Hart y Velma Nelly, aquel musical que antes fue comedia... En fin, como empecé ignorando al presidente locuaz y gárrulo de Cataluña, no diré ahora que el gobierno catalán "se siente como una mujer maltratada". ¿Para qué echar más sangre al charco derramado?