Volver a Artículos     
1173.- Pregón alcarreño

“De parte del señor San Miguel, vuestro patrón, hago saber que, desde ahora mismo y hasta que se vayan con viento fresco las fiestas que comienzan, queda terminantemente prohibida la presencia en esta villa de la señora tristeza, de su consuegra la señora envidia, y de su pariente por parte de padre el señor extenuación. Sólo se permitirá la presencia de doña alegría y don júbilo, hermanados a tal fin, y de doña solidaridad humanitaria.”
El pregonero cambia pronto de tono, salta del acaloramiento a la pachorra y se vuelve humano igual que un paraguas en otoño: “Vivir en un pueblo no es como antaño, cuando las fiestas festejaban el final del ciclo de la recolección de los cereales y agradecían al patrón la cosecha recién conquistada. Ahora, los jóvenes conocen hasta la última canción de la banda más actual y rompedora, la mejor y la peor música disco, el rap, el tecno, el hip-hop y el funky. ¡El mundo es patio de colegio donde se siente el último palpitar de las personas y su penúltimo chunda cunda! ¡Que lo digan las peñas!”
Al pregonero le da ahora por la geografía dulce: “Vuestra villa está enclavada en una rica vega que abraza y riega el río Tajo. Los trigales, los olivos y los almendros zurcen la campiña en colorido único. Quiero por ello traeros noticia y recuerdo de cómo verdea el trigo cuando aparece como un leve vello de la tierra, y de cómo, con la lentitud de los meses, el verde tierno se va acendrando, la hoja se hace ancha y empieza a doblarse con más gravedad a medida que las cañas engruesan, de los primeros repasos del viento, de los remedos de las olas del mar, aquí, tan lejos, de cómo crece todos los días con las pocas lluvias hasta que la caña pare la espiga y los verdes, ya hondos, se tornan amarillos de dorada decadencia. Recordaros y traer indicio del caluroso y sofocante estío, cuando llega la cosecha y las noches se encogen descaradamente. De los rebaños de ovejas y carneros tan acompasados al paisaje, que tal parece como si fuesen una misma cosa, de las austeras viñas y de los gloriosos racimos que estos días caminan hacia el lagar, de los olivos que se oscurecen en gris, de los almendros que duermen ensueños enamorados, de los rebaños que dulcifican el paisaje…”
Como la villa en cuestión pertenece a la provincia de Guadalajara, el pregonero suelta un par de cartabones lingüísticos que cabrean revoltosos al personal: “Entre los refranes de esta tierra hay éste tan curioso y poco hospitalario: “En Guadalajara, mucho mantel y poca tajada”, y este otro de parecida contextura: “A los de Guadalajara, ni mirarles a la cara”. Mas pronto intenta la reconciliación demagógica para atraerse simpatías: “He de deciros que no me fío de los refranes interesados pues también anda por ahí este otro: “En Guadalajara, poco mantel pero mucha tajada” (se lo ha inventado), y el que reza “A los de Guadalajara, mírales siempre a la cara” (de su caletre también). O sea, que es la feria y la visión subjetiva del trato.”
Luego, en tensión popular semidesbocada, el pregonero se mete en crestas: “Esta villa es la frontera entre la Mancha y la Alcarria. Participa del ensueño y la fantasía, pero también del realismo y la dureza de las gentes trabajadoras que se sacrifican sin protesta; de la Mancha de don Quijote y Dulcinea, vino y olivo, y de la Alcarria desconcertante, miel y trigo, tapiz soleado que lleva al arriero a no encaramarse a más carretas.”
Como sabe, además, que el patrón es el patrón y gusta, la perorata se adorna en clave religiosa algo guasona: “Alcalde, si algún día te encuentras al arcángel, le das un boto de vino de la tierra pero que te firme compromiso cierto de protección contra su enemigo eterno, el diablo a quien Dios confunda. Y si lo encontráis vosotros, los adorables locos y locas de las peñas bulliciosas, cantadle algo del Bisbal o la Chenoa, tan embarazadita ella según dicen, porque a San Miguel siempre le gustaron las operaciones triunfo, sobre todo desde el apocalíptico día en que se levantó en armas contra Lucifer y sus secuaces y los descabalgó de la Gloria. Le decís también que se abra un poco y no nos deje sin protección a los que andamos lejos de esta hermosa villa...”
La vida no es pregón de fiestas, pero a uno le hacen pregonero y acude al balcón de la plaza…

  Volver a Artículos