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2057.- Matar un ruiseñor

01/03/2019

Si ¨El poder y la gloria” es el título del libro que Graham Greene escribió en 1940, el poder sin gloria es una doxología del final del Padre Nuestro —“Tuyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos, amén”— y un pretexto paradójico para Matar un ruiseñor, el título de este articulo periodístico, y hacer un guiño indiscreto a los políticos españoles de hoy.

Lo escribo en el aniversario de la muerte de Antonio Machado en Colliure, una ciudad del Pirineo Francés, durante su exilio forzado por la guerra civil española. Allí murió el 22 de febrero de 1939. El viaje de Pedro Sánchez a la tumba de Antonio Machado —“Ya hay un español que quiere/ vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra que bosteza. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”— intentaba ser un homenaje al exilio republicano y acabó siendo una pantomima o una provocación para resucitar a su ruiseñor electoral del próximo 28 de abril.

Veritas filia temporis —La verdad es hija del tiempo—, y hoy no escribo sobre la novela Matar un ruiseñor que la escritora estadounidense Harper Lee escribió en 1960.

La aparición del epítome Manual de Resistencia del actual presidente del Gobierno de España, escrito al parecer por una escribidora profesional a sus órdenes, no se parece al cántico de un ruiseñor sino a un galimatías de marrulleros discordantes. Me acaba de regalar mi hijo Ricardo el libro “Manual de Resistencia” del presidente actual presidente del Gobierno de España, que así comienza: “La primera decisión de un presidente del Gobierno suele decirse que es crucial”, y que así finaliza: “Si España reformará su Constitución, sería el primer país europeo que lo hiciera en el siglo XXI para adaptarla a Europa y daríamos un ejemplo de impulso y de convicción en los valores europeos” —después de recibir aquel ejemplar físico, hasta en la sopa nos están colando ediciones en PDF gratuitas y descafeinadas, pura propaganda política del “autor”; el narcisismo del sanchismo no es un cuento de hadas.

Por lo que cuenta y dice en las 309 páginas restantes, quisiera preguntar a la escribidora Irene Lozano que, según algunos manifiestan, fue quien pergeñó el libro y las soflamas que allí aparecen; incluso cuando al referirse a sus sensaciones al volver a la sede del PSOE de la calle madrileña de Ferraz 68-70, tras ser elegido secretario general en mayo del 2017, atribuye a san Juan de la Cruz la famosa frase de Fray Luis de León «cómo decíamos ayer», al salir de prisión por rivalidades universitarias complicadas con rivalidades tribales y antipatías personales en el marco de una guerra europea entre renovadores protestantes, renovadores católicos y tradicionalistas que llegó a las armas varias veces entre 1524 y 1648.

En el show mediático de Mercedes Milá y Jesús Calleja en la presentación oficial del libro de Pedro Sánchez el escenario parecía un muro de lamentaciones convertido en pórtico de la Gloria.

Francesco Petrarca, un ruiseñor de cánticos inusitados, fue un poeta que escribió en latín “Vos vestros servate meos mihi linquite mores”, una frase que, traducida al español, significa “Sigue tu propio camino y déjame seguir el mío”. Petrarca —Arezzo, 20 de julio de 1304/Arquà Petrarca, Padua, 20 de julio de 1374)— fue un lírico y humanista italiano, cuya poesía dio lugar a una corriente literaria que influyó en autores como Garcilaso de la Vega (en España), William Shakespeare y Edmund Spenser (en Inglaterra), bajo el sobrenombre genérico de Petrarquismo.

Tras la muerte de su padre, Petrarca regresó a Provenza e hizo los votos eclesiásticos menores. El 6 de abril de 1327, un viernes santo, vio por primera vez a Laura, la mujer que idealizaría en sus poemas. Poco se sabe de ella, aunque es muy posible que fuese la dama Laure de Noves, casada con un antepasado del Marqués de Sade. Por ella, Petrarca sintió una pasión pura y constante, como la que Dante Alighieri había sentido por Beatrice Portinari, la Bice de La Divina Comedia.

Petrarca terminó sus días en Arquà y, según afirma la tradición, lo encontraron muerto sobre un libro que estudiaba.

Traigo esta anécdota para intentara salir de un laberinto: Un arcediano de la iglesia de Sevilla mató a un zapatero de la misma ciudad. Un hijo del difunto fue a pedir justicia y el juez de la Iglesia le condenó a que no dijese misa durante un año.

Poco después, el rey don Pedro vino a Sevilla, y el hijo del muerto fue a buscar al rey con esta propuesta:
—Señor, el arcediano de Sevilla mató a mi padre y sólo le condenaron a no decir misa durante un año.
—¿Serías tú capaz de matar a ese arcediano pues no te hicieron justicia? -—preguntó el rey.
—Por su puesto, Señor.
—Pues hazlo así —concluyó don Pedro.
Era la víspera del Corpus Cristi y, al día siguiente, en mitad de la procesión el hijo del zapatero apuñaló al arcediano delante del propio rey. Los guardias le prendieron y el rey mandó que lo condujesen a su presencia:
—¿Por qué mataste al arcediano de Sevilla? —preguntó don Pedro al hijo del zapatero.
-—Señor, porque mató a mi padre y aunque pedí justicia no me la hicieron.
El juez de la iglesia, que estaba cerca, pidió la palabra para asegurar al Rey que ya se hizo justicia en su día.
El arcediano fue condenado a que durante un año no pudiera decir misa —explicó—. Soltad a este hombre —dijo el rey don Pedro—. Yo le condeno a que durante un año no cosa zapatos.

La historia procede de un excelente libro titulado “Floresta española”, escrito hace casi quinientos años. Lo traigo a colación porque el invierno anda casi “de retirada”, un tipo de operación militar que en general implica el abandonar la posición ocupada y replegarse a otra u otras más seguras —así me lo explicaron cuando en los tiempos de maricastaña realicé las milicias universitarias en el campamento de El Robledo.

Esperar es soñar despierto, afirmaba Aristóteles el Estagirita —384/322 antes de Cristo—, el maestro de Alejandro Magno en el Reino de Macedonia durante casi cinco años, uno de los sabios más sagaces de la historia y, atando cabos, señalo que la verdad es hija del tiempo y con el ruiseñor vivo o muerto, con poder sin gloria o con gloria o al revés, que cada cual siga su propio camino y se comporte como quiera, pero que se atenga a las consecuencias del ejemplo: usted, yo y hasta algunos políticos que parecen estar por encima del bien y del mal.


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