2047.- Navidad, dulce Navidad19/12/2018
Dulce por el turrón, el mazapán, los polvorones, el roscón de Reyes, los cordiales, el rosco de vino, las peladillas, los mantecados, las hojaldrinas, los alfajores y todo lo demás, pero por lo demás, la Navidad de hoy en vez de religiosa es doliente y casi carnavalesca.
En el tinglado de la antigua farsa que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, nos deshacemos en lágrimas por todas las primaveras encerradas en nuestros necios otoño, como cuando la poetisa cubana Marta Laura decía que “Los sentimientos de ayer atormentan el tiempo de hoy, Lágrimas encerradas tras los espejos de mis ojos se convierten océanos girando en botellas”.
El Instituto Nacional de Estadística ha publicado sus datos de migraciones en los que se aprecia un incremento anual del 28% en la llegada de inmigrantes que es un dato responsable de que la población española haya vuelto a crecer por segundo año consecutivo.
Dicho así, suena a prosperidad, pero del dolor por los centenares de muertos en su intento de intentar salir de su pobreza, un silencio doliente —No hablar y hablar son dos formas de estar en el mundo y hay clases y grados de cada una: el silencio tonto del adormilado o de la apatía; el silencio sobrio acompañado de una solemne cara animal; el silencio fértil de la conciencia, pastando en el alma y del que surgen nuevos pensamientos; el silencio vivo de la percepción alerta, y no sé cuántos tipos de silencio más.
Mientras esto escribo y casi escupo —Nochebuena en la ciudad alegre y confiada, como el título de una obra de teatro de Jacinto Benavente, estrenada 1916 y que es continuación de Los intereses creados, con el prólogo “He aquí el tinglado de la antigua farsa (…) El mundo está ya viejo y chochea; el Arte no se resigna a envejecer, y por parecer niño finge balbuceos. Y he aquí cómo estos viejos polichinelas pretenden hoy divertiros con sus niñerías—, los servicios de emergencia estarán buscando por mar y aire otra patera que está a la deriva con un montón de personas a bordo. Seres humanos muriéndose de frío a nuestro lado mientras conmemoramos con desmadre consumista no sé qué, creo que el nacimiento de un niño pobre que de mayor predicó la igualdad entre los hombres.
Mientras se buscaban náufragos, apareció una patera con dos cadáveres y un hombre que se hundía en el agua en el momento del rescate. Luego, otra barquilla con trece cuerpos en su interior (hombres muertos de frío) y tampoco era la embarcación perdida. De seguir buscando, en cada pliegue del mar aparecerán cadáveres gritando que son nuestros hermanos pero que les dejamos morir como a perros —Si fueran perros pondríamos el mundo al revés para evitar su muerte perra.
La posibilidad de encontrar supervivientes es “cuestión de pura suerte", reconocen los equipos de rescate. Es lógico, pues no se busca donde debería escudriñarse: en el corazón de todos nosotros, hombres con la culpa a cuestas y la muerte en la garganta. Equilibristas sin corazón, no sabemos mirar de frente nuestra bolsa de pecados pero tenemos un cargamento de lágrimas para decir que lloramos. Igual que los payasos del circo, nos pintamos lágrimas sobre las mejillas de cada ojo. Somos un circo de payasos oxidados que ha robado a los ángeles las guitarras del Gloria in excelsis para escapar de las espinas del silencio.
La Humanidad no puede mantenerse así —digo la “Humanidad” por no llorar por ser hombre.
Se hace difícil interpretar a Rabindranath Tagore, Rabindranath Tagore, en idioma bengalí, aquel poeta bengalí, poeta filósofo, artista, dramaturgo, músico, novelista y autor de canciones que fue premiado con el Premio Nobel de Literatura en 1913, convirtiéndose así en el primer laureado no europeo en obtener es galardón: “Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un beso de lo eterno”.
Me viene un poema de no sé quién: “No importa estar en espera infinita, si he de tenerte un día, felicidad”. Sí, ya sé lo de Marañón al contemplar la ciudad de Toledo desde los cigarrales: “La felicidad es la plenitud inefable”, pero aún así, seguirá un año más la monserga: el arre borriquito, el campana sobre campana, el mira cómo beben los peces en el río, y hasta el maravilloso villancico original de Joseph Mohr y compuesto por Franz Grüber, si mal no recuerdo, Noche de paz, noche de amor, Todo duerme en derredor. Entre sus astros que esparcen su luz. Bella anunciando al niñito Jesús. Brilla la estrella de paz. Brilla la estrella de paz. Noche de paz, noche de amor (…)
Los Mossos y el Govern desaconsejan la ubicación del Consejo de Ministros del 21-D. El Ministerio del Interior está diseñando el dispositivo con el que reforzará la seguridad la próxima semana con motivo de la reunión del Consejo de Ministros del 21 de diciembre y las movilizaciones anunciadas por los CDR y en el que, previsiblemente, se movilizarán más de 1.100 policías y guardias civiles.
Atando cabos, la Navidad de hoy es una fiesta carnavaleada y consumista que duele, hace pensar y alguien que yo me sé y del que no quiero decir su nombre, aunque no sepa latín —Male parta male diabunter— utiliza con frecuencia este responso de Cicerón: “Lo que ha sido mal ganado es erróneamente perdido”.