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2046.- La Frontera de Dios

13/12/2018

Barajé varios títulos para este nuevo artículo, incluso “No mires debajo de la cama” de Juan José Millás, “La paloma equivocada”, “La Frontera de Dios”, y ya ven el elegido: la recreación de un nuevo Jesucristo en la figura de Renato, el protagonista. Todo ocurre en un pequeño pueblo maldecido por la sequía. Ante esta catástrofe Renato realiza algunos milagros que conmocionan a todo el mundo. Sin embargo, Renato pronto pasa de ser proclamado como un dios a ser arrastrado por el fango. La culpa de todo está en las creencias y supersticiones populares. La frontera de Dios se desarrolla en Torre de Muza una aldea de 347 habitantes donde la superstición coexiste con una marcada religiosidad.

Tuve la suerte de conocer personalmente a José Luis Martín Descalzo, el autor de estas dos frases hoy aquí recordadas: “Pensar, por principio, bien de todo el mundo”, y “Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se la merecerían teóricamente”. José Luis había nacido el 27 de agosto de 1930 en Madridejos, provincia de Toledo, de la fui hace muchos años delegado provincial, y murió en Madrid el 11 de junio de 1991 —un sacerdote, periodista y escritor español que obtuvo el Premio Nadal de Literatura en 1956 por su novela La frontera de Dios, que me dedicó personalmente y aún conservo celosamente aquel ejemplar.

Hace un montón de años escribí un artículo titulado “Se equivocó la paloma”, en donde decía algunas cosas parecidas a las que hoy traigo a colación:

Nos robaron el primer tercio de nuestra vida y en el segundo hicimos borrón y cuenta nueva. Con Franco enmarmolado en Cuelgamuros, se nos olvidó el Cara al Sol y el NODO, la Internacional y el Prietas las Filas.

Nuestros padres y nuestros abuelos se habían enzarzado en un conflicto descuartelado pero nosotros sólo sabíamos del Guerrero del Antifaz y de Roberto Alcázar y Pedrín. Conocíamos al dedillo la Historia Sagrada —Rubén, Simeón, Leví, Judá, la Magdalena, David y Goliat, Salomón y la de Saba, Caín y Abel…

De memoria la historia de Grecia y la de Roma. No digamos la de España, incluida la lista de los 33 reyes godos, 33: Ataúlfo, Sigérico, los dos Teodoricos y los dos Alaricos…; ¡qué jodida vida la de aquellos hombres sólo nombre! Leíamos a Platón y a Aristóteles, a Homero y a Epicteto (en latín y en griego también, una bobada, ya sé).

Cervantes, Lope, Calderón, Shakespeare y hasta Sartre y Søren Kierkegaard llenaban nuestras vidas expoliadas. De San Agustín y Tomás de Aquino, hasta la letra pequeña. Traducíamos a Cicerón y a Tácito solo por traducir, pero con Horacio y Jorge Manrique, con Petrarca y con Séneca llorábamos hacia adentro y en silencio porque los hombres no podíamos llorar hacia afuera y en el escaparate.

Como el gran hermano de la tele sólo estaba dentro de nuestro corazón, en la tarde noche rezábamos el rosario en familia y para no pecar nos dormíamos pensando en los novísimos, ya saben, lo del infierno, el purgatorio y lo demás. Luego, al despertar, nos liábamos con José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, François-Marie Arouet —más conocido como Voltaire—, y hasta con Marcelino Menéndez y Pelayo.

Mi madre, que había sido alumna aventajada de Antonio Machado, aunque no simpatizaba con su profe nos enseñó a leer y a releer a los escritores para ella más excelsos, incluidos su profe, Federico García Lorca y Jacinto Benavente.

Sabíamos quiénes fueron Indívil y Mandonio, bagatelas, ya sé, pero es lo que había. Por cierto, ¿qué habrá sido de aquel Francisco Suárez, un jurista y filósofo excepcional del que tanto nos amamantábamos? —de Adolfo Suárez sólo supimos que había estado de gobernador civil en Segovia y que era de un pueblo de Ávila al pie del Arrebatacapas—Al llegar la transición, se nos traspapeló lo de Epicteto: “Si no tienes ganas de ser frustrado en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti”, y algunos dimos un paso al frente político para traer la democracia a nuestra nación. Pero se equivocó la paloma y así ahora. Creyó que el trigo era agua, que el mar era el cielo y, con la tribuna abarrotada de periodistas y personalidades.

La paloma, por ir al Norte de fue al Sur, y como creyó que el trigo era agua, por las buenas o por las malas se abrirá el camino hacia la autodeterminación de varias partes de España porque se votará un acuerdo político sobre el derecho a decidir que las Comunidades Autónomas puedan convertirse en Estados Independientes aunque de eso nuestra carta Magna que ni flores. Se podrían suspender provisionalmente las autonomías, lo sabemos, pero nos limitamos a decir que nos equivocaríamos de país, de continente y de siglo.

Atando cabos, no hay nada menos objetivo que un ser humano guiado por sus prejuicios en la Frontera de Dios, en No mires debajo de la cama o en La Paloma equivocada. Esto escribió no recuerdo dónde José Luis Martín Descalzo: “Hacer regalos muy pequeños, que demuestren el cariño pero no crean obligación de ser compensados con otro regalo”.

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