2044.- Viajeros y viajantes04/12/2018
Los viajeros, disfrutan, los viajantes, comercian, bien lo sabe el actual presidente del Gobierno de España.
En un lugar de cuyo nombre hoy no quiero acordarme se explica que el único lugar en que el éxito viene antes que el trabajo es en el diccionario y que el éxito no llega por sí solo sino que requiere mucho trabajo, así que hay que poner manos a la obra, porque si algo quieres, algo te cuesta.
Los viajeros, disfrutan, los viajantes, comercian y, en cierta ocasión, uno de sus asesores iluminados colocó en la agenda de Pedro Sánchez Pérez-Castejón una chuleta manipuladora que decía “Haz aquello que puedes hacer, allí donde estés, con lo que tengas” —una cita originaria de Theodore Roosevelt —1858/1919—, el vigésimo sexto Presidente de los Estados Unidos, que recordaba su personalidad exuberante, su amplitud de intereses y logros, su personalidad de "cowboy", su masculinidad y su liderazgo del Movimiento Progresista, un período de activismo social y reforma en los Estados Unidos de América que podría interpretarse como el manifiesto exotérico "no valen las excusas".
Después de conocer esa peregrinación histórica, ¿quién iba a decirme que un día, tal que hoy, intentando camuflar el guirigay político de este mes de diciembre iba a escribir sobre Jean-Paul Sartre (1905/1980), un personaje que, además de filósofo, escritor, novelista y dramaturgo, era un activista político marxista —ni como la trastienda de Pedro Sánchez, el actual Presidente de Gobierno de España, casi siempre ausente de nuestro país y recorriendo caminos insólitos: un viajero incansable y una persona para la que viajar es una necesidad, una pasión, una forma de vida, un señor que ha pasado de la categoría de turista a la de viajero pertinaz y egoísta.
El 14 de octubre de 1964, Sartre envió una carta a la Academia Sueca pidiendo que no se le concediera el premio. Los miembros de esa Academia no le hicieron caso y pocos días después anunciaron al autor francés como ganador del Nobel de Literatura de aquel año. Sartre se reafirmó lamentando “profundamente” que el hecho se convirtiera en un escándalo. El autor de “La náusea” o “El ser y la Nada” rechazó el Premio Nobel “para no dejarse transformar en una institución”. Él pensaba que aceptarlo le habría acercado más uno de los dos bloques de la Guerra Fría y su ambición era, según dijo, el entendimiento entre ambos.
Aquel mismo año, Sartre escribió un libro titulado “Las palabras”, donde contaba la historia de su niñez, desnudaba sus ingenuas miserias infantiles y se descubría despiadado con su propia familia. Curiosamente, Jean-Paul Sartre, un filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista —1905/1980— confesaba allí ser un farsante y un fingidor; también escribió que aunque Dios existiera, nada cambiaría porque el hombre se hace a través del ejercicio de su propia libertad.
Si tras haber ganado las elecciones del 20 de diciembre de hace unos años la estrategia de Mariano Rajoy estaba apuntalada en la doctrina de Mao Tse Tung “si puedes ganar la batalla, lucha; si no, retírate", la de Pedro Sánchez está justificada por conseguir ser presidente del Gobierno de España a cualquier precio. Por su parte, Albert Rivera al principio utilizó la estrategia número once del libro “Las 36 estrategias chinas” —“sacrificar el ciruelo por el melocotonero”—, pero cada día fluctúa en sus propuestas y hasta aceptaba alguna de las estrategias chinas de los Podemitas, unos saltimbanquis que, haciendo honor a su profesión revolucionaria, se mueven en siete de esas estrategias: “Fingir ir hacia el Este mientras se ataca por el Oeste”; “Aparentar tomar un camino cuando se entra a hurtadillas por otro”; “Pescar en aguas turbias”; “Matar al pollo para asustar al mono”; “Retirar la escalera después de haber subido”; “Abrir de par en par las puertas de la ciudad vacía”; y “Hacerse daño a sí mismo para ganarse la confianza del enemigo” —es de manual que los encargados de diseñar y manejar estrategias y tácticas están adoctrinados en la cátedra frenética de los farsantes y los fingidores.
Aristóteles “el estagirita” —384/322 antes de Cristo— un filósofo, lógico y científica de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenio, escribió que “El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice”, y que “El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad”.
Si los viajeros disfrutan y los viajantes comercian, tando cabos pienso que en la trastienda de nuestro actual presidente del Gobierno a Sartre le dieron el Premio Nobel de Literatura porque los miembros de la Academia Sueca sabían de sobra que él iba a rechazarlo. Pedro Sánchez no es un viajero que disfruta, sino un viajante que comercia —turista y viajero no son sinónimos— y, mutatis mutandi, como cuando Pablo Iglesias Turrión exigió a Pedro Sánchez Pérez-Castejón la vicepresidencia del Gobierno de España y sus principales carteras ministeriales porque se sabía que el socialista a la deriva se lo iba a denegar, y más ahora tras la hecatombe del PSOE en las elecciones andaluzas.