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2033.- La Mari Saltos

12/10/2018

Cuenta la leyenda que en la ciudad de Segovia vivía una mujer judía llamada Esther que decidió dejar sus creencias judías y abrazar la fe cristiana. Los judíos le acusaron de adulterio y, tras un juicio peculiar, fue sentenciada a ser despeñada desde la cima de las Peñas Grajeras, una hondonada de piedras ciclópeas sobre el río Eresma.

Entre las diversas leyendas de la ciudad de Segovia, a ésta de María del Salto o “La Mari Saltos”, el rey Alfonso X "El Sabio" dedicó la cántiga 107 —el manuscrito de as Cantigas de Santa María, escritas en gallego medieval y en notación musical mensurada en la corte del Rey Alfonso X el Sabio durante la segunda mitad del siglo XIII, constituye una de las colecciones de canción monofónica más importante de la literatura medieval occidental:

“Cuenta la leyenda que vivía en la ciudad una judía llamada Esther, que decidió dejar sus creencias judías y abrazar la fe cristiana. Por esta razón los judíos la acusaron de adulterio, y tras el juicio, quedó sentenciada a ser despeñada desde la cima de las Peñas Grajeras, una quebrada sobre el río Eresma. En el momento de ser arrojada al vacío atada de pies y manos, la judía Esther imploró a la virgen de la Fuencisla, por su salvación, mirando hacia la catedral, donde sobre la puerta había una imagen suya —una fuerza celestial la sujetó y la dejó suavemente en el suelo, salvándose. Días más tarde, Esther fue bautizada por el Obispo Bernardo, cambiándole el nombre por el de María en honor a la virgen que milagrosamente la salvó. El pueblo segoviano le añadió el sobrenombre "del Salto", aunque cariñosamente también se la llamó Mari Saltos.

Desde entonces, la Virgen de la Fuencisla pasó a ser la patrona de la ciudad de Segovia, y en el lugar donde se produjo el milagro, se levantó entre los años 1598 y 1613 un santuario.

13 de octubre de 1598 —todos los días son fantásticos, las personas son otra cosa—. El obispo que desmembró Fuentepelayo del Señorío Episcopal de Turégano tuvo la culpa. La culpa, la gracia y el honor de poner la primera piedra de la ermita de Nuestra Señora de la Fuencisla.
Diez años llevaba el prelado Andrés Cabrera en su villa episcopal tureganense cuando, piedra a piedra, limosna a limosna, los segovianos se desvivieron para homenajear a su Virgen construyendo un templo en su honor —quince años de trabajo y entusiasmo. Más de cincuenta mil ducados aunque los artífices se quejaran de que “por gastar piedra blanca y menuda en los fundamentos aguanosos quedó falseada la obra, sin poder recibir los torreones conforme a la traza”.
Así comenzó la historia del actual Santuario y la maravillosa catedral segoviana un año más ha rebosado de oraciones, emociones, súplicas y sentimientos atinados.

El solemne acto que en la catedral presidieron el Nuncio de Su Santidad en España y el obispo de Segovia sucesor de aquel don Andrés Cabrera que llegó a la diócesis segoviana desde La Puebla de Montalbán, la villa toledana donde nació el escritor Fernando de Rojas, el autor de La Celestina.

La Virgen de la Fuencisla fue coronada canónicamente el 24 de septiembre de 1916 y se le impuso la Medalla de Oro de la provincia de Segovia en 1957. Durante la Dictadura franquista, el 1 de junio de 1942 la Virgen de la Fuencisla fue nombrada Mariscal de Campo por su "participación" en la defensa de Segovia durante la fallida ofensiva que lanzó el ejército republicano en el contexto de la Guerra Civil Española. Según el historiador Hugh Thomas, cuando el líder nazi Adolf Hitler se enteró de este hecho, reaccionó airadamente y afirmó que nunca visitaría España.

Ahora que la imagen de Virgen de la Fuencisla ya ha regresado a su casa después de presidir el Altar Mayor de la catedral segoviana, quiero recordar el honor que tuve hace media docena de años de ser el Pregonero de la Ofrenda de Frutos de la tierra a la Virgen de la Fuencisla en uno de los actos más queridos por los fieles devotos y por la mayoría de los segovianos.

Atando cabos, el próximo mes de diciembre habrá un acontecimiento que solo se repetirá dentro de 823 años: cinco sábados, cinco domingos y cinco lunes en el mismo mes. Los chinos, según se dice y posiblemente sea falso, llaman a este suceso “Bolso lleno de dinero”. Bien mirado, casi desde cuando la reina doña Urraca Primera de Castilla creó el Señorío Episcopal de Turégano.



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