2028.- Cuando un amigo se va09/09/2018
El Director Nacional de Obras Misionales Pontificias, mi paisano y amigo Anastasio Gil García, ha fallecido en Madrid tras casi un año de enfermedad. Sus restos mortales se velaron en el Tanatorio Norte de Madrid y recibió sepultura en el cementerio de Veganzones.
Anastasio nació el 11 de enero de 1946 en el pueblo natal de mi madre y de mi familia materna —“Los amigos nacen, no se hacen”, es una visión innatista sobre la amistad escrita por Henry Adams (1838/1918), un hombre de letras e historiador estadounidense que siendo parte de la élite de Boston y descendiente de dos presidentes, que fue educado con cierta aversión por la política norteamericana de su tiempo.
Fue ordenado sacerdote en la diócesis de Segovia, aunque en 1983 se encardinó en la diócesis de Madrid. Licenciado en Teología por la Universidad de Comillas en 1970, completó sus estudios con una diplomatura en Psicología Educativa en 1972, y con un doctorado en Teología por la Universidad de Navarra en 1981.
En 1999, fue nombrado director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, y dejó el ámbito de la catequesis para entregarse en cuerpo y alma a las misiones. En 2001 asumió la subdirección nacional de Obras Misionales Pontificias (la OMP) y en 2011 fue elegido director nacional de esa institución pontificia, cargo que en el que fue confirmado en 2016, y que ha desempeñado hasta el final de sus días compaginándolo con sus funciones en el Secretariado de la Comisión de Misiones de la Conferencia Episcopal Española.
Su esfuerzo y dedicación han contribuido decisivamente a renovar e impulsar la animación misionera en España, informa Obras Misionales Pontificias. Ha visitado en numerosas ocasiones las 69 Delegaciones Diocesanas de Misiones, apostando por una labor de concienciación misionera realizada en comunión eclesial. Para esta tarea de animación, Anastasio Gil no contó solo con todos los Delegados de Misiones, sino que supo aglutinar también a todas las instituciones y servicios.
Durante los últimos meses, cuando yo le enviaba mis artículos de El Adelantado de Segovia, él me contestaba “Gracias, amigo, me encanta lo que cuentas pero tengo una enfermedad posiblemente irreversible”.
Era mi amigo, y cuando el siete de septiembre estuve velando su cadáver y saludando a su familia y amigos en un tanatorio madrileño, el Eminentísimo y Reverendísimo Don Carlos Osoro Sierra, arzobispo y cardenal de Madrid, presidió la Eucaristía por mi amigo que en paz descanse y al besar su anillo episcopal le dije: “Eminencia Reverendísima, no rece por nuestro amigo Anastasio, rece por todos nosotros para que él nos proteja”.
Una frase de Martin Luther King habla sobre el modo en el que una amistad nos puede hacer sentir mal cuando le fallamos a alguien: “Si en la prosperidad, nuestros amigos nos conocen; en la adversidad, nosotros conocemos al final no recordaremos las palabras de nuestros enemigos sino el silencio de nuestros amigos”.
Leonardo Da Vinci, sobre algunas cuestiones de etiqueta decía “reprende al amigo en secreto y alábalo en público”, y así Anastasio cuando necesitaba reprochar algún aspecto de la conducta de las personas que con él convivieron.
Atando cabos, al recordar al amigo que ha desaparecido de este mundo de presencias y ausencias quiero tener presente esta canción de Alberto Cortez, un cantautor y poeta argentino que está punto de cumplir ochenta años y que es conocido como "El cantautor de las cosas simples":
“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río. Cuando un amigo se va se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido (…), y etecé.