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2020.- El desencanto

27/07/2018

"Sé que voy a quererte sin preguntas, sé que vas a quererme sin respuestas", eso escribió desencantado Mario Benedetti, un escritor, poeta, dramaturgo y periodista uruguayo que nació en Paso de los Toros en 1920 y murió en Montevideo en 2009 —un día me dijeron que recitara un poema suyo y elegí el titulado “Ésta es mi casa”: “No cabe duda. Ésta es mi casa / aquí sucedo, aquí / me engaño inmensamente. / Ésta es mi casa detenida en el tiempo. / Llega el otoño y me defiende, / la primavera y me condena. / Tengo millones de huéspedes / que ríen y comen, / copulan y duermen, / juegan y piensan, / millones de huéspedes que se aburren / y tienen pesadillas y ataques de nervios. / No cabe duda. Ésta es mi casa. / Todos los perros y campanarios / pasan frente a ella. / Pero a mi casa la azotan los rayos / y un día se va a partir en dos. / Y yo no sabré dónde guarecerme / porque todas las puertas dan afuera del mundo.”

El gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, un escritor, jurista y político ilustrado español que nació en 1744 y murió en 1811 dijo en cierta ocasión que en el desencanto "España es el país más fuerte del mundo, aunque los españoles lleven siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido".

Cuando me pregunto qué nos pasa a los españoles y, sin pretenderlo, en el desencanto me asaltan estos versos de Miguel de Unamuno: “Ay triste España de Caín, la roja de sangre hermana y por la bilis gualda, que muerdes porque no comes, y en la espalda llevas carga de siglos de congoja!”

¿Es un virus, una bacteria o un castigo divino lo que sucede en la España de Caín? Por más que ofrecer preguntas al que pide respuestas sea como dar pan al que se muere de sed, me lo pregunto el día del Apóstol Santiago y cierra España en este año de 2018.

Meigas fora (¡brujas fuera!) —la referencia más antigua de la existencia de personas que en Galicia recurren a algún tipo de magia es de finales del siglo XIII: un sínodo episcopal reunido en Santiago de Compostela en el año 1289 prohibió a los clérigos que fueran adivinos, augures, sortílegos y encantadores; una prohibición que bajo pena de excomunión se extendió en el siglo siguiente a todo tipo de personas.

Cuando los españoles miramos para atrás, nos convertimos en estatuas de sal como Edith, la mujer de Lot. Si miramos hacia delante, en el desencanto de la España de Caín a los españoles casi siempre nos colocan de calderilla al servicio de los más grandes.

Si en los umbrales del mes junio de este año protervo de 2018 a Pedro Sánchez Pérez-Castejón le salió de chiripa una moción de censura.
Si le votasen todos los partidos, incluido el suyo y diez tránsfugas del PP. Si todo eso y si el dios de la lluvia llorara sobre España, para el próximo otoño todos felices, él esnafrado como dicen en Galicia, la calle sin algaradas y adiós a los virus, a las bacterias y con suerte hasta al retorno del Diluvio Universal, aquella gran inundación a nivel global, un hecho científicamente contrastado como consecuencia del final del último periodo glaciar que tuvo lugar en la Tierra hace doce mil años lustro más o menos.

«Estoy acostumbrado a este tipo de campañas; sé cuáles son sus fines y sus métodos», explicó en su día Mariano Rajoy, un ex presidente del Gobierno de España que nació en Compostela, que mientras tuvo el poder supo esperar a la gallega, y que en el actual desencanto fuchica como gallego aunque de momento trabaje en Santa Pola.

En la España de la rabia y de la idea que Antonio Machado cantó en “El Mañana efímero”, atando cabos hoy me pregunto qué nos pasa a los españoles en la España de Caín y, huyendo de los virus y las bacterias, hasta he abordado a Mario Benedetti, al apóstol Santiago y hasta a al Diluvio Universal que al parecer existió hace miles de años y que fue el Arca de Noé, un relato de la Biblia hebrea donde se narra que por orden de Dios aquel patriarca construyó una embarcación para su salvación y la de su familia quienes se encargaron de repoblar la Tierra con su descendencia, o sea que en el desencanto planetario todos somos descendientes de Adán y de Noé.

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