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2019.- Érase que se era

25/07/2019

Cuando el pasado sábado el concierto de Ramón y Cecilia —el Dúo Aderezo, marido y esposa— emocionó al numeroso público interpretando con sus violines música de películas famosas, érase que se era un genial carrusel de emociones entre el numeroso público que acudió al extraordinario concierto de la Plaza del Fuego de Turégano.

Cuando Epicteto escribió en los tiempos de Maricastaña su “Manual de Vida” érase que se eran algunas sugerencias sorprendentes que he utilizado infinidad de veces incluso para escribir los cerca de cien pregones que realicé en el pasado e incluso cuando escribí el texto del de la Semana Santa de Segovia que pronuncié el 9 de abril de 2011 en la Capilla del Santísimo Sacramento de la Catedral de Segovia, cuyo retablo mayor está diseñado por el madrileño José Benito de Churriguera —1665/1725— que, érase que se era, define el estilo churrigueresco, caracterizado por la abundancia y el protagonismo de la decoración.

En el retrovisor de la historia, Epicteto fue un filósofo griego de la escuela estoica, que vivió parte de su vida en Roma como esclavo de Epafrodito, un liberto de Nerón, y que siguió las lecciones del estoico Cayo Musonio Rufo, un filósofo romano del siglo I, que enseñó filosofía en Roma durante el reinado de Nerón y que el 9 de abril de 2011, érase que se era, fue condenado al exilio en el año 65.

Una vez emancipado, Epicteto se dedicó a la filosofía, en especial a la moral, y como otros filósofos tuvo que abandonar Roma por decreto de Diocleciano a partir de su enseñanza oral, su discípulo Flavio Arriano de Nicomedia elaboró las Disertaciones de Epicteto —un conjunto de lecciones del maestro—, y el Enquiridión (traducido como Manual o Manual de vida) érase que se era una colección de proverbios y aforismos.

Cuando Miguel de Unamuno escribió su “nivola”, érase que se era que quien viaja mucho va leyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar al que llega.

Cuando en 1949 se tomó la iniciativa de un joven actor de cine y teatro llamado Fernando Fernán Gómez, y con su nombre se creó un premio de novela: el “Premio de Novela Corta Café Gijón” —en esa primera edición, Fernán Gómez corrió personalmente con los gastos— el premiado érase que se era fue César González-Ruano, un periodista madrileño que nació en 1903, murió en 1965 y que escribió más de treinta mil artículos.

Cuando la popularidad del Café Gijón madrileño fue creciendo, érase que se era que fue visitado por famosos escritores internacionales de prestigio como Truman Capote, y por personajes significativos de Hollywood como Ava Gardner, Orson Wellws acompañado de su amigo Joseph Cotten y, entre otros, el actor británico George Sanders que vivió temporalmente en Madrid.

Ya por aquel entonces, la sociedad española empezaba a sentir los efectos de la posible Transición Política y érase que se eran periodos de bonanza económica y que se bebían copas de whiky, vermuts de importación, ginebra inglesa y no sé cuántas bebidas exóticas más.

Con el inicio de la democracia española, el Café Gijón se fue llenando de nuevos contertulios, y el escritor y tertuliano Francisco Umbral, que en realidad se llamaba Francisco Alejandro Pérez Martínez —el marido de María España Suárez Garrido—, érase que se era que él publicó en el año 1972 “La noche que llegué al Café Gijón”, un libro donde expuso su típica visión personal de la vida acaecida en ese lugar en los años sesenta y setenta.

Para los desayunos, las meriendas, para una cena ligera y también para comer diariamente, en el office de la cocina que es algo más que un comedor, un espacio donde compartir, charlar y tomar un aperitivo, érase que se era una mesa del antiguo Café Gijón madrileño que casualmente procede de ese famoso lugar que se inauguró el 15 de mayo de 1888, después de que el gijonés Gumersindo Gómez adquiriera y dispusiese el local que todavía existe en el Paseo de Recoletos entre las calles de Prim y Almirante — Juan Prim y Prats, conde de Reus, marqués de los Castillejos y vizconde del Bruch, fue un militar y político liberal español del siglo XIX que llegó a ser presidente del Consejo de Ministros que nació en Reus 1814, y que en el retrovisor de la historia murió asesinado a los 56 años en la calle madrileña del Turco (hoy, calle del Marqués de Cubas).

Érase que se era que a Prim le mataron asesinos a sueldo el 26 de noviembre de 1870.

Para finalizar estas historias y algunas anécdotas casquivanas —despreocupadas, insensatas y que actúan sin ninguna formalidad y que no intentan cambiar el mundo— atando cabos recuerdo al lector que "érase que se era” y “érase una vez”, son dos expresiones válidas; la primera en tono más informal e infantil, para llamar la atención del público ensimismado para que disfrute con las historias e historietas aportadas.

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