Volver a Artículos     
2008.- Otro Suárez

30/05/2018

Nicanor Parra, un poeta, matemático y físico chileno que ha muerto el 23 de enero de este año 2018, escribió este poema titulado “El hombre imaginario”: El hombre imaginario/ vive en una mansión imaginaria/ rodeada de árboles imaginarios/ a la orilla de un río imaginario.

En este recoveco del siglo XXI donde la paz y la guerra son un rompecabezas atemporal, no me estoy refiriendo a Adolfo Suárez González, un político maniobrero, poco culto, que nació en Cebreros, un pueblo de Ávila, el 25 de septiembre de 1932, que se murió en Madrid el 23 de marzo de 20114, que fue gobernador de Segovia y que tras ser nombrado presidente del Gobierno por el rey Juan Carlos I en 1976 a pesar de ser un desconocido para la opinión pública del momento, que se llevaran a cabo diversas medidas que reformaron el sistema previo, como la autoliquidación de las Cortes franquistas o la legalización de los partidos políticos, incluida la del Partido Comunista de España. Liderando la coalición Unión de Centro Democrático (UCD), fue posteriormente elegido de nuevo presidente, por medio esta vez de las urnas, en las elecciones generales de 1977. En 1981 abandonó el cargo tras presentar su dimisión. Tras ésta, creó junto a otros dirigentes de la UCD el partido Centro Democrático y Social y fue elegido diputado en Cortes en varias elecciones generales, permaneciendo en la política hasta 1991.

El otro Suárez, el que vive en una mansión imaginaria rodeada de árboles imaginarios a la orilla de un río imaginario, era de familia hidalga, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Salamanca en 1564: Francisco Suárez (1548/1617).

Enseñó teología en Segovia y Ávila en 1575; en Valladolid en 1576; y entre 1580 y 1585, filosofía y teología en Roma, donde estuvo muy unido a San Roberto Belarmino (1542/1621), el cardenal Belarmino, antiguo discípulo de Juan de Mariana, así como al papa, Gregorio XIII —por aquel entonces, y hasta llegar a Jorge Mario Bergoglio, el actual Papa Francisco, los jesuitas no podían ser Papas, y al parecer por eso Roberto Belardino ingresó en la Compañía de Jesús.

En 1593, el padre Suárez volvió a Salamanca para enseñar, y terminó su carrera en la Universidad de Coímbra, donde entró en 1597, el mismo año en que se editaron sus famosísimas “Disputationes metaphysicae”. La jubilación le llegó en 1615 y la Compañía de Jesús le envió a Lisboa donde dos años después falleció.

Hombre de una gran cultura y erudición griega, latina, árabe y hebrea, supo asimilarla, ordenarla, simplificarla y eliminar de ella verbalismos ociosos. Fue llamado “Doctor Eximius et Pius” –Doctor eximio y piadoso– y gozó de enorme autoridad, revitalizando la ya decaída escolástica, repensando la tradición especulativa anterior y sintetizando la metafísica grecorromana como una disciplina autónoma e independiente..

Dentro de la escolástica surgió el Suarismo, una escuela filosófica que se conoce con ese nombre y que aunque en varios puntos no concuerde con el resto de los tomistas, se considera seguidora del pensamiento de Tomás de Aquino

En su gran obra jurídica “Tractatus de legibus ac Deo legislatore”, muy fecunda para la doctrina iusnaturalista y el derecho internacional, se encuentra la idea del pacto social, y realiza un análisis más avanzado que sus precursores del concepto de soberanía: el poder es dado por Dios a toda la comunidad política y no solamente a determinadas personas, con lo que esboza el principio de la democracia contra cesaristas, legistas, maquiavelistas y luteranistas. Distingue entre ley eterna, ley natural, derecho de gentes, ley positiva humana (derecho civil y derecho canónico) y ley positiva divina (la del Antiguo y Nuevo Testamento).

Atando cabos, a Adolfo Suárez le conocí personalmente en diferentes ocasiones, y al otro Suárez le estudié, aprecié y expliqué como catedrático de filosofía —nada que ver, pero mi domicilio está precisamente en la calle Francisco Suárez del distrito madrileño de Chamartín— y, por todo ello, digo que la ciudad de Segovia debe sentirse orgullosa de haber tenido en sus aulas a una de las personas más cultas, importantes e influyentes en el cristianismo y en su doctrina.

  Volver a Artículos