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1994.- Puigdi y Jami

21/02/2018

Cuando Puigdi —Carles Puigdemont— en enero del 2016 fue investido fortuitamente para sustituir a Artur Mas en la presidencia de la Generalitat, Jami —Josep María Matamala, el empresario, amigo y consejero que acompañó a Puigdi en su huida a Bruselas—, fue uno de los primeros en saberlo y se hizo cargo de Magalí y María, las hijas de Puigdi.

Cuando Puigdi tenía 30 años tuvo un gran amor con la periodista Elianne Ros Woudstra. El noviazgo de Eli, como la llamaban cariñosamente, y Puigdi, duró diez años.
En 1992 se produjo la ruptura, y Puigdi quedó sumido en una depresión. Ella dejó el trabajo y se trasladó a vivir a Barcelona para incorporarse al diario El País dentro del equipo que se formó para cubrir los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Por su parte, Puigdi se dedicó a viajar por Europa y aprovechó la oportunidad para escribir reportajes sobre naciones sin Estado y ciudades europeas, un trabajo que quedó reflejado en la publicación de 1994 de un libro titulado “Cata... què”.

Más tarde, en 1988, Puigdi conoció a la rumana Marcela Topor —Mars para los amigos—con la que tiene dos hijas, y le ayudó a salir del túnel y al parecer logró olvidar a Eli, su primer gran amor.

En un baño de masas en su última imagen como presidente en Catalunya y en el 2012, Puigdi y Jami pasearon con sus respectivas mujeres por Girona, y cuando Puigdi declaró ante el juzgado por los trenes que fletó como alcalde para llevar manifestantes a la Diada —once de septiembre la fiesta oficial de Cataluña— Puigdi estuvo acompañado por Jami como si la sombra de su sombra.

En Bruselas o en Waterloo donde, para el disfrute de Puigdi, Jami ha alquilado por 4.400 euros mensuales, una vivienda de lujo suntuoso —o donde quiera que se encuentren—, al parecer Jami lee en voz alta cada noche a Puigdi un capítulo de “El Diccionario del Diablo” de Ambrose Bierce, donde se dice como ejemplo que una amistad es “un barco es bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta”, donde se indica también que “la amnistía es la magnanimidad del estado para con aquellos delincuentes a los que costaría demasiado castigar”, el aplauso, “el eco de una tontería, y el teléfono, “la invención del demonio que suprime algunas de las ventajas de mantener a distancia a una persona desagradable” —Ambrose Bierce fue un editorialista, periodista, escritor y satírico estadounidense que nació en 1842 en Ohio y murió en Chihuahua, la capital de un estado mexicano fronterizo con Estados Unidos donde hace años di una conferencia invitado por el rector de su universidad; tres de los principales caudillos insurgentes, los pioneros, quienes habían comenzado la lucha por la Independencia de México desde el 16 de septiembre de 1810, fueron fusilados en Chihuahua después de más de tres meses de suplicio el 26 de junio de 1811: Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez (1781-1811), que fueron capturados por las tropas realistas en Acatita de Baján (Coahuila) el 21 de marzo de ese año, junto con el cura Miguel Hidalgo, el máximo líder del movimiento, y cerca de mil insurgentes, significó un “parteaguas”, un impasse, para la lucha libertaria novohispana, por la “depresión anímica” que provocó y la reorganización que hubo necesidad de hacer

El entramado de mentiras y falsedades que Puigdi, Jami y su comparsa independentista manejan durará hasta que el «croat» —una de las monedas catalanas de más larga duración y penetración, que formó parte de la identidad histórica de los aragoneses y catalanes— sea aceptado en una plataforma de intercambio de criptomonedas, criptodivisas o criptoactivo, al estilo del bitcoin, una moneda digital.

Atando cabos, Puigdi, Jami y todos los demás antiespañoles saben que el Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce explica que la amnistía es la magnanimidad del estado para con aquellos delincuentes a los que costaría demasiado castigar, que los aplausos son el eco de una majadería, y que actuar en el plasma televisivo es una invención del demonio que suprime alguna de las ventajas de mantener a distancia a algunas personas asustadizas o buscadas físicamente por las leyes.

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