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1988.- Una casa habitada por sombras

20/01/2018

Roger Torrent i Ramió vive en una casa habitada por sombras. Es un político que nació en 1979 y que ha sido elegido decimoquinto president del Parlament de Catalunya. Es el más joven de la historia de esa institución catalana y no descarta viajar a Bruselas si Puigdemont resulta el candidato con más consenso.

La forma menos comprometida de digerir ese potaje es recordar alguna fábula, esa composición literaria breve en la que los personajes principales son animales o cosas inanimadas que presentan características humanas.

Busco un fabulista y me llega una bella fábula, soberbia quimera, pienso que del mismísimo Esopo, un narrador de la Antigua Grecia que vivió seis siglos antes de Cristo. Esto decía:
“En cierta ocasión, una zorra cayó en un profundo pozo, viéndose obligada a permanecer en su interior per saecula saeculorum. Por más que lo intentaba, no podía alcanzar el brocal. ¡Pobre animal prisionero del abismo, de mil maneras lo intentaba y no podía conseguir la libertad! “Tendré que buscar ayuda externa”, pensaba, “yo sola, imposible: necesito negociar con alguien”.

Al día siguiente, un chivo sediento llegó al mismo pozo y viendo en el fondo a la zorra le preguntó si el agua era buena: “¡Exquisita!, ¡excelente!, ¡suave!, ¡fresca!, ¡superior!” — -contestaba la pícara, ocultando su verdadero problema, al tiempo que, con gestos inequívocos, se relamía glotonamente y se deshacía en elogios; sólo le faltaba anunciar las virtudes sanitarias del agua.

¿Qué animal sediento sería capaz de librarse del embrujo de un agua tan deliciosa?, se preguntaba y sin pensárselo dos veces, el chivo saltó al interior del pozo para llenar de milagros lisonjeros su lengua sedienta. Después de saciar la sed, el incauto chivo preguntó a la previsora zorra cómo harían para salir del agujero trampa, y los dos cayeron en la cuenta del verdadero peligro en que andaban metidos:

Hay un modo que sin duda representa y significa nuestra mutua salvación —dijo la astuta para intentar sobrevivir—. Si te parece, firmaremos este convenio de salvación mutua: Si apoyas tus patas delanteras contra la pared y levantas bien arriba tus cuernos, yo gatearé por tu cuerpo y, una vez fuera del peligro, tiraré de ti para que los dos nos salvemos”.

Lo correcto hubiera sido que la vulpeja hubiera dicho “zorrearé” en lugar de “gatearé”, pero los chivos sedientos no están en situación de detenerse en disquisiciones terminológicas. Y como el convenio regulador era digno de Nicolás de Maquiavelo que en paz descanse, el chivato bisoño se tragó el anzuelo sin dudar del resultado final de la aventura.

No tardaron en poner en práctica el convenio, y la taimada, trepando hábilmente por la espalda y los cuernos del compañero de infortunio, en un plis plas se vio libre del pozo. Y pasó lo que tenía que pasar: apenas la guachinanga se vio libre, si te he visto no me acuerdo. Como el convenio pactado no tenía reglamento regulador del proceso, la segunda cláusula quedó en agua de borrajas, que es como decir que el poderoso casi siempre obtiene su parte del pastel y el menesteroso no puede librarse de su fatal destino.

Cuando el chivo quiso reclamar contra la violación del compromiso, la zorra se limitó a contestar: “Oye, socio, si tuvieras tanta inteligencia como pelos en tu barba, no hubieras bajado al abismo sin pensar antes en cómo salir de él”. El fabulista añadió esta moraleja: “Antes de comprometerte en algo, debes pensar primero si podrías salir de aquello sin tomar en cuenta lo que te ofrezcan tus vecinos”.

Roger Torrent es ya el séptimo representante de Esquerra Republicana de Catalunya en presidir el Parlament y como Cataluña es una casa habitada por sombras quiere proclamar a Puigdemont presidente de la Republica Catalana Independiente. Él sabe que los tiempos han cambiado —el primero fue Lluís Companys, que fue fusilado por el franquismo al alba del 15 de octubre de 1939 y pidió descalzarse “para tocar con sus pies desnudos la tierra catalana”.

Como, atando cabos hoy digo que un buen negociador hubiera sacado esta moraleja de la fábula aquí manejada, cuando necesites de verdad a tu enemigo, pégate lo más posible a sus espaldas. El chivo de la fábula podría haber encadenado su cornamenta al rabo de la zorra, y ésta, en su loca carrera por huir, no habría tenido más remedio que llevarse a su espalda al ingenuo inocentón. Porque con gente sin escrúpulo, la mejor garantía es blindarse en la coraza enemiga y aguardar mejores tiempos.

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