Volver a Artículos     
1977.- La revolución del 17

04/12/2017

No hablo de la conmemoración del centenario de la revolución rusa de octubre de 1917, sino de la nuestra de este año 2017 que agoniza lleno de presagios locos esperanzas sin concordancia: la decadencia de los gigantes y la sublimación de los enanos.

“Hay discursos que nos motivan. Otros nos movilizan. ambos afectos pueden sumarse (...) Son muchas las formas de mover a actuar...” Y así explicaron más adelante: “Hay dos dimensiones del poder de la palabra como factor movilizador de la acción: el chisme y la calumnia”.
Lo estoy plagiando de un libro que escribieron en 1988 Mariana Perel y Eduardo Kalina y que titularon “Violencias: Un enfoque circular”.

Al regresar a casa, casualidades de la vida, mi hijo me entregó ayer, como regalo por no sé qué razón, un libro de Arthur Schopenhauer titulado “El arte de ser feliz” (158 páginas) y yo a él un libro de George R.R. Martín titulado “Canción de hielo y fuego”, el volumen 3 de “Tormenta de espadas” (1169 páginas), “la novela río más espectacular jamás escrita” -así se define en la contraportada —como ninguno de los dos habíamos arrancada la pegatina del precio (su regalo, 12,50 euros, y el mío, 32 euros).

En la presentación de “Tormento de espadas”: “Para desgracia de muchos, no hay mejor veredicto para un libro que el respaldo masivo de los lectores, ya sean presentes o futuros. Si son presentes, el libro será un triunfo de la mercadotecnia o del boca a boca. Si son futuros, un clásico”.

En el prefacio de “El arte de ser feliz”: “Un pequeño manual de filosofía práctica que permanecía escondido”.

Abro al azar una página cualquiera del mamotreto que escribió George Raymond Richard Martin, conocido como George R. R. Martin y en ocasiones por sus seguidores como GRRM un escritor y guionista estadounidense que nació en 1948 y conocido especialmente por las novelas de Juego de tronos, y con estas palabras encuentro: “Más vale que los lentos os deis prisa; de lo contrario, mis hombres saltarán los muros y conquistarán el Foso antes de que aparezcáis”. También al azar, abro el pequeño libro y esto me cuenta en la página 36 una de las personalidades filosóficas más brillantes del siglo XIX: “Nos parecemos a los elefantes capturados que durante muchos días siguen enfurecidos y agresivos, hasta que ven que es infructuoso y súbitamente ofrecen serenos su nuca al yugo, quedando domados para siempre”.

En ello andaba cuando me vinieron al magín algunas anécdotas sobre Diógenes el historiador griego que pedía dinero a una estatua, y cuando alguien le preguntó por qué hacía esa majadería, él respondió que “para acostumbrares a los que se quedan como una estatua cuando les pedía limosna”.

El tal Diógenes Laercio era un filósofo griego que vivía en la indigencia. Residía en una tinaja, comía junto a los perros y hacía todas sus necesidades en público. En cierta ocasión, viendo que el hijo de una prostituta —“meretriz” se llamaba a esas mujeres por entonces— se entretenía tirando piedras a la gente, Diógenes le gritó “Muchacho, no tires piedras a los desconocidos no sea que le vayas a dar a tu padre”.

Esas cosas y otras parecidas recuerdo haberlas leído en un libro titulado “Filosofía para bufones” escrito por Pedro González Calero, un señor que fue barrendero, documentalista, profesor de filosofía y titiritero frustrado —la dedicatoria del libro así dice: “A Faemino y Cansado, por ser tan sabios siendo tan payasos”.
Se acerca la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, y por no remontarme a la Biblia —el Libro de todos los libros— tomaré los datos del propio diario de los implicados —Eva, la primera mujer, y Adán, el primer hombre—. Un libro de emoción a raudales que un tal Samuel Langhorne Clemens al que la gente suele llamar Mark Twain escribió hace un montón de años pues su autor se murió en Estados Unidos hace 108 años.

Federico García Lorca me enseñó que “bajo el agua siguen las palabras, que sobre el agua una luna redonda se baña dando envidia”, y no sé qué más, ah sí, también que “los cien caballos del rey en el patio relinchaban” —Federico, el poeta que nació en Fuente Vaqueros en 1898 y que fue fusilado en Granada el 18 de agosto de 1936; un 18 del mes 8 como el día que muchos años después nació mi hijo Ricardo.

Atando cabos, García Lorca me enseñó que “bajo el agua siguen las palabras, que sobre el agua una luna redonda se baña dando envidia”, y no sé qué más, ah sí, también que “los cien caballos del rey en el patio relinchaban”, y quien esto dice especula con los estragos que amenazan a la España que agoniza harta de presagios locos como consecuencia de la revolución del 17 que amenaza con prolongarse en el per saecula.




  Volver a Artículos