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1973.- El dinosaurio sigue allí

20/11/2017

Noviembre de 2017. Como dice el microrrelato del escritor guatemalteco de origen hondureño Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

Doce locos y su comparsa han roto a España y, por si algún día, he introducido un mensaje en una botella y la he colocado en el río Cega a la altura de la arboleda de Juan Perruna de Veganzones que heredé de mis padres que en paz descansen.

El mensaje está escrito en uno de los idiomas más universales del mundo mundial: el español, que antaño se llamó castellano, un idioma con más de seiscientos millones de parlantes en Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica, Caribe, Filipinas, Guinea Ecuatorial, República Árabe Saharaui, y otras ex-colonias españolas, además de en España y algunos países de Europa.

En la susodicha botella he colocado también –una fantasía que tal vez no venga a cuento– el prólogo de la primera gramática de la lengua en que esto escribo que un tal Antonio Martínez de Cala y Xarava, más conocido como Antonio de Nebrija, de Nebrixa o de Lebrija escribió en el año 1492 y que está dedicado a nuestra reina Isabel La Católica:
“Cuando bien conmigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos la antigüedad de todas las cosas, que para nuestra recordación y memoria quedaron escriptas, una cosa hállo y sáco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio… (…) y de tal manera lo siguió, que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de entrambos (…) Antonio de Nebrija. Gramática de la lengua castellana. Salamanca, 1492.” —el texto original de la dedicatoria a “La mui alta y assí esclarecida princesa doña Isabel, la tercera deste nombre, reina i señora natural de España y las islas de nuestro mar” que he colocado en el mensaje de la susodicha botella colocada en el río Cega, tiene 1691 palabras, y lo aquí he resumido, solo 75.

Un apacible y gracioso cuento, setenta palabras justas, setenta —el número 14 de El Patrañuelo de Juan de Timoneda, un escritor, dramaturgo y editor español conocido por su labor compilatoria de poesía popular y por su conjunto de relatos— que así dice: “Cierto filósofo pobre, gentílico, por enseñar a pedir limosna a un hijo que tenía, algunos días llevábalo a las estatuas de piedra, y hacía que les pidiese con el bonete en la mano; y a cabo de rato, como no le respondiesen, volvía las espaldas. Visto esto por un ciudadano, preguntóle por qué había aquello. Respondió: “Porque aprenda a tener paciencia la cual ha de ser naturalmente de los pobres” —o sea, que la paciencia es el patrimonio de los desheredados.

Una fábula del Duque de Frías —Bernardino Fernández de Velasco, 1701/1769— cuenta que un religioso pomposo y un mozuelo hecho andrajos coincidieron en cierta posada. El fraile: “Mancebo, tenme este estribo”. El mozuelo: “¿Sabe que está usted hablando con un señor de mil apellidos ilustres?” Y el religioso, insolente: “Pues señor don Fulano de tal y tal y tal, vuesa merced se vista como se llama, o se llame como se viste” —desconozco si de ahí viene que el hábito no hace al monje y que más que uno se esfuerce en mostrar la apariencia de algo que no es, nunca llegará a serlo realmente.

A los de Chiva, en Valencia, se les llama chivanos. A los de Cabra, en Córdoba, egabrenses. De mi época de delegado provincial de Toledo, recuerdo que a los de Consuegra, una villa maravillosa, se les llama consaburenses, doy fe porque hace un montón de años fui el pregonero de sus fiestas patronales, y atando cabos hoy digo y me digo que los doce locos y su comparsa que intentan romper España, se han echado al monte, y una de sus primeras acciones será retirar el Monumento a Colón (Monument a Colom), el conjunto escultórico situado en la plaza del Portal de la Paz de Barcelona y colocar en su lugar a Puigdemón y a la heroína Forcadell —ella señalándole a él, y él señalando a la España desmembrada por su culpa y su traición: los dinosaurios siguen allí.

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