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1971.- Los restos del naufragio

13/11/2017

A la espera de un nuevo asalto a su integridad nacional, un traidor caballo de Troya ha sido colocado alevosamente dentro de España, y aquí paz y después, iba a decir gloria, pero lo dejo en paz duradera y que venga lo que tenga que venir, que no soy el tío Sabino de la zarzuela más segoviana, “La del Soto del Parral”, para concluir “Así termina el romance; aquí paz y después gloria”.

El 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil José Antonio Tejero se dirigió al presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, y le encañonó. “Quieto todo el mundo”, gritó, y aquel día los murciélagos volaron después de la salida del sol y los grillos a las tres de la tarde ya estaban con su cri cri de cortejo para intentar aparearse con las grillas.

En aquella noche que pudo haber sido de cuchillos largos, mi amigo Gonzalo Payo Subiza, diputado de la UCD por la provincia de Toledo, escribió medio a escondidas un poema de 48 versos titulado “VEINTITRÉS DE FEBRERO (Un recuerdo para la historia)”: “Un grito de auxilio se estrelló en el silencio/ y un periodista joven con los brazos en alto/ cruzó despavorido el umbral de la historia / con todo el dramatismo de un nuevo dos de Mayo (…) El infernal rugido de la barbarie suelta/ y un viento estremecido de dignidades rotas/ sacudió los escaños (…) Y allí permanecimos clavados en el suelo/ como aquel olmo seco del verso de Machado/ dejando testimonio de nuestro amor a España/ y afrontando la duda de un trágico holocausto (…).

Poco después, aquella persona tan especial fue elegido presidente de la comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, me nombró su Jefe de Gabinete, y al llegar La Navidad se imprimieron quinientos ejemplares numerados de aquel poema con ésta dedicatoria: “Al finalizar esta importante etapa de la vida política y al comienzo de un nuevo y esperanzador 1983, quiero enviarte este recuerdo del dramático acontecimiento histórico que vivimos en el Congreso. Con mis mejores deseos de Paz y Prosperidad. Navidades 1982” (firma original y manuscrita de Gonzalo Payo).

En cierta ocasión, Gonzalo me envió de su puño y letra este hermoso poema: «Si algún día me dicen que se acaba el camino,/ que este andar presuroso se detiene de pronto,/ ¿qué pensaré de mí,/ y cuál será mi soledad postrera?/ ¿Afrontaré sereno mi cita con la nada?/ ¿Lucharé contra el viento que me arrastra,/ o moriré en silencio resignado y confuso/ como un can laminado en el asfalto negro?/ Si algún día me dicen/ que mañana termino mi infinito comienzo/ y dejo tantas cosas brevemente iniciadas,/ ¿quién atará los cabos/ de tantas ilusiones presentidas,/ quién vivirá mi tiempo tan escaso?/ Espero que me quede la dignidad de amarme/ y de amar lo que dejo,/ y el consuelo de poder contemplar estas raíces/ clavadas en el suelo de mi alma,/ que cada vez rebrotan con más fuerza/ haciendo mi camino casi eterno (...)”.

El batacazo de la UCD fue el desplome más grande de la historia política. El Partido Popular, entonces Alianza Popular, fue el partido político que más subió: tenía 10 escaños y consiguió 107.
Por aquellos días, quien esto escribe fue elegido presidente de la Unión de Centro Democrático del distrito más grande Madrid —en aquellos días, Florentino Pérez el todopoderoso fue concejal del Ayuntamiento de Madrid y Director General de Infraestructuras de Transporte del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones.

Treinta y muchos años después de aquel naufragio, Cataluña ha iniciado y al parecer seguirá en sus trece de una huida hacia delante.

Náufragos de sí mismos, primero Artur Mas y ahora Carles Puigdemont, peregrinan cada día para contemplarse en un lago de remolinos ilusorios. Tan fascinados están, que cualquier día caerán al lago de sus alucinaciones y en su tumba nacerá un narciso —Oscar Wilde no acabó así la historia de Narciso: “Cuando Narciso murió, llegaron las diosas del bosque y vieron el lago transformado en un cántaro de lágrimas saladas”.

Releo con una furtiva lágrima la carta de despedida que Gonzalo Payo me envió antes fallecer —(…) lo que peor me va son los dolores pues estoy a base de morfina cada 4 horas y con muy pocas posibilidades de hacer vida normal. Así que estoy todo el día entre el sillón y la cama (…)—, y ahora que vuelven a aparecer en las playas los restos del naufragio, atando cabos digo que hasta los golpistas se nos cuelan como “Pedro por su casa”, una frasecita que históricamente procede de cuando el rey Pedro I de Aragón, el Reino de España al que Cataluña pertenecía, al reconquistar una ciudad se paseaba por ella como si fuera su casa de toda la vida.

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