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1970.- Señuelos del anochecer

10/11/2017

Al final, es un decir, resulta que Puigdemond, el ex presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña, que se proclamó por las bravas “Presidente la República Independiente de Cataluña” es un “panxacontenta” —en castellano, una persona que pasa de todo, que le da igual lo que pasa, que está a su aire, sin hacer o decir nada concreto—. Es uno de los señuelos del anochecer y pocos saben de quién y para qué.

Según el diccionario de la Real Academia Española, los señuelos, están vinculados a las aves y a la cetrería —un engaño que busca atraer a un halcón que remontó vuelo o, directamente, un ave que se emplea para la atracción de más aves y cosas así. Por extensión se denomina señuelo a todo aquello que se utiliza para inducir a algo o atraer a alguien a través de una mentira o de un engaño.

Encendida tengo una vela confidente, y cuando se apague dejaré de escribir sobre el torbellino de preguntas que afectan al panxacontenta y sus secuaces: “¿Dónde están, quién les financia y ayuda, por qué se han vuelto fantasmas sin ruta y estela conocida? “
“Si llega a mi destino ahora mismo, lo aceptaré con alegría, y si no llega hasta que transcurran diez millones de años, esperaré alegremente también.” —lo contó Walt Whitman (1819/1892), un poeta estadounidense del que su libro “Hojas de hierba” está considerado como obsceno por razones que hoy y aquí no vienen a cuento: "Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros/ y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena.../ y que el escuerzo es una obra de arte para los gustos más exigentes.../ y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas./ Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas./ Creo en ti alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti/ ni tú debes humillarte ante el otro./ retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu garganta (…).

Immanuel Kant, un filósofo prusiano de la Ilustración, el primero y más importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán (1742/1804), está considerado, junto con Platón y Aristóteles, uno de los filósofos que más ha contribuido en asentar las bases del pensamiento occidental, y que fue de los intelectuales más influyentes durante el periodo de la Ilustración; decía que “se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar.” Su existencia transcurrió prácticamente por entero en su ciudad natal, de la que no llegó a alejarse más que un centenar de kilómetros cuando residió por unos meses en Arnsdorf como preceptor, actividad a la cual se dedicó para ganarse el sustento. La vida que llevó ha pasado a la historia como paradigma de existencia metódica y rutinaria. Es conocida su costumbre de dar un paseo vespertino a diario, a la misma hora y con idéntico recorrido, hasta el punto de que llegó a convertirse en una especie de señal horaria para sus conciudadanos —se cuenta que la única excepción se produjo el día en que la lectura de “Emilio o De la Educación”, la extraordinaria obra literaria de Jean-Jacques Rousseau,; absorbió tanto al creador del Imperativo categórico que le hizo olvidar su paseo, un hecho que suscitó la alarma de sus conocidos.

Nada que ver, pero me viene a la mente la “Fábula de los dos perros”: “Un hombre tenía dos perros. Uno era para la caza y otro para el cuido. Cuando salía de cacería... iba con el de caza, y si cogía alguna presa, al regresar, el amo le regalaba un pedazo al perro guardián. Descontento por esto el perro de caza, lanzó a su compañero algunos reproches: que sólo era él quien salía y sufría en todo momento, mientras que el otro perro, el cuidador, sin hacer nada, disfrutaba de su trabajo de caza. El perro guardián le contestó: No es a mí a quien debes de reclamar, sino a nuestro amo, ya que en lugar de enseñarme a trabajar como a ti, me ha enseñado a vivir tranquilamente del trabajo ajeno!

Atando cabos, al parecer sin nada ni nadie que le marque el camino, un pintamomias apocalíptico está trabajando ya en un mural tipo Guernica de Pablo Picasso que recoja los estragos del panxacontenta y sus secuaces —el nombre del tapado ya está a punto del destape, y no seré yo quien aventure su nombre y sus apodos.



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