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1959.- Disparates a gogó

09/10/2017

Lo de Gerard Piqué es de Trancas y de Barrancas, perdón, quise decir de traca explosiva y de retranca sosegada.

El pasado 3 de octubre, Piqué no pudo escuchar el mensaje del Rey de España y Jefe del Estado español no porque no le interesara sino porque estaba jugando a la pocha y no le podía escuchar —a la pocha se juega con baraja española de 40 cartas y su terminología es: “asistir, arrastrar, fallar, pisar, irse al monte o irse de fea, achicarse, fallo redondo y semifallo”.

Si Puigdemont declara oficialmente la independencia de la República de Cataluña, Piqué y Shakira tendrán intereses profesionales contrapuestos y al parecer también personales de las actuaciones y actividades profesionales de ambos. Pese a apoyar en otras ocasiones a su pareja, Shakira calla.
De hecho, no acompañó a su marido al colegio barcelonés donde el jugador depositó su voto. Mientras él promocionaba su voto y hablaba con la prensa, ella intentaba pasar desapercibida porque la colombiana se había olido el peligro de las decisiones de su marido —o ex marido, que de todo se dice en las últimas semanas. La prensa internacional parece que lo tiene claro y desde hace unos días asegura que ella, 40 años, y él 30 solamente, atraviesan su peor momento como pareja; en algunos medios colombianos se ha escrito que la cantante ha llegado incluso a abandonar el domicilio conyugal.

“No es mi caso, pero un independentista podría jugar en la selección”, explicó con lágrimas en los ojos el padre de Milan y Sasha, sin darse cuenta de que un independentista sí, pero un extranjero, no —Ronaldo y Messi pueden jugar en el Real Madrid y en el Barsa porque para eso les pagan, pero no pueden jugar en la selección española de futbol; para ese cometido, Ronaldo, con Portugal, y Messi, con Argentina.

Carme Forcadell, la presidenta del Parlamento de Cataluña, es la segunda autoridad de la Comunidad Autónoma catalana, y ahora la segunda de a bordo en la pesadilla independentista.
Metafóricamente hablando, será la segunda delante del pelotón de fusilamiento y también la estatua que acompañará a la de Carles Puigdemont en el futuro Monumento de la Traición o de la Lealtad según se desarrolle el despropósito de proclamar unilateralmente la República Independiente de Cataluña.

El personaje histórico predilecto de Carme es Francesc Macià, el presidente de la Generalitat Catalana entre 1931 y 1933 —un señoritingo que tuvo una muerte cristiana a pesar de ser un destacado masón, un comecuras y un antiespañol que nació en Vilanova i la Geltrú en 1859 y que murió en Barcelona el Día de Navidad de 1933.

Scott Fitzgerald, un novelista y escritor conocido como uno de los mejores autores estadounidenses del siglo XX, escribió cuatro novelas: “Hermosos malditos”, “El gran Gatsby”, “Suave es la noche” y “A este lado del paraíso” con la que ha contagiado de un escepticismo sin horizonte y sin carantoñas a Pedro Sánchez, a Pablo Iglesias y a otros políticos españoles. Fitzgerald solía decir que “la vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar. Es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca”.
Como en el juego de la pocha —asistir, arrastrar, fallar, pisar, irse al monte o irse de fea, achicarse, fallo redondo y semifallo—, casi todos los acontecimientos de la vida pública y privada pueden convertirse en disparates a gogó, es decir, sin límite.

Por lo mismo, intentando atar algunos cabos sueltos sobre la traición y la lealtad, retorno a Carles Puigdemont Casamajó, a Francesc Macià i Llussà, a Carme Forcadell Lluís, a Gerard Piqué Bernabéu, a Shakira Isabel Mebarak Ripoll, a Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro, a Lionel Andrés Messi Cuccittini, a Pedro Sánchez Pérez-Castejón, a Pablo Iglesias Turrión y hasta a Francis Scott Key Fitzgerald.
A ellos y al lector, les recuerdo que uno de los mejores estrategas de la historia que nació en Córcega, una isla francesa del Mediterráneo a 170 km de la Francia continental, y murió en el destierro de la isla de Santa Helena, una isla británica situada a más de 1800 kilómetros de distancia de la costa occidental de Angola. Solo 51 años tenía Napoleón I Bonaparte, bautizado en corso como Nabulione y llamado Nabulio por su familia, cuando falleció. Él decía que “la libertad política es una fábula imaginada por los gobiernos para adormecer a sus gobernados”.

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