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1958.- La conjura de los necios

02/10/2017

John Kennedy Toole fue un novelista estadounidense autor de La conjura de los necios, una obra ganadora del Premio Pulitzer de ficción en 1981. Se suicidó a los 32 años por no haber podido publicar su novela. Su madre siguió intentando infatigablemente su publicación y no lo consiguió hasta 1980 —cuando ella estaba a punto de cumplir los 80 años—. Su protagonista es uno de los personajes más memorables de la literatura norteamericana: Ignatius Reilly —una mezcla de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y Tomás de Aquino perverso, reunidos en una persona.

“Como una perra en celo, parezco atraer a una camarilla de policías y oficiales de sanidad. Algún día, el mundo me apresará bajo algún pretexto ridículo. Simplemenete, espero el día en que me lleven a alguna mazmorra con aire acondicionado, y me dejen ahí, bajo las luces fluorescentes y el techo insonorizado, para pagar el precio por despreciar todo lo que les es en sus equeños corazones de látex”, explica Ignatius Reilly, el protagonista de La conjura de los necios.

Hoy, primer día del mes de octubre del 2017, asistiré a las 21,45 al estadio Santiago Bernabéu para presenciar el Real Madrid/Real Club Deportivo Español —soy socio y abonado del Real Madrid desde hace muchos años—, y el griterío tendrá matices muy diferentes al de otras ocasiones y, por la hora en que se celebrará, habrá reacciones imprevisibles en función de las noticias y las incidencias que las emisoras de radio nos hagan llegar —el estadio tiene un sistema de Wi-Fi gratuito para los espectadores y el bullicio en las gradas puede ser la leche según vayan llegando las noticias que de la conjura de los necios vayan sucediéndose.
Si por las sinrazones que algunos suponen, Carles Puigdemont Casamajó proclamara oficialmente la independencia de la República Catalana, el abucheo sería antológico, y hasta es posible que el partido de fútbol tenga que suspenderse porque se pida por megafonía el desalojo ordenado del Estadio.

Si hoy Cataluña es un espejismo y una conjura de necios, mañana será un fantasma y a Puigdemond Primero, el héroe tansgresor que actúa en contra de la ley y la Constitución española, le harán beato y después le canonizarán.

El brillo del pasado es la boñiga del presente y por más que el presidente de la Eurocámara explique que “Cualquier acción contra la Constitución Española es una acción contra la Unión Europea”, al Camp Nou acabarán por bautizarle “Stadi Wuanda Carles Puigdemont” —lo de Wuanda o lo que sea dependerá del promotor que ponga la pasta, porque al fin y al cabo en la aritmética política dos y dos casi nunca son cuatro y la pela es la pela. —“A través de la manipulación, las élites dominadoras intentan conformar progresivamente las masas a sus objetivos”, escribió no sé dónde Paulo Freire, un experto en temas de educación.
Muchas veces ha llegado a la literatura el disparate de los espejismos. ¡Que le pregunten a nuestro señor don Quijote, el caballero de la Triste Figura, aquel que nació en un lugar de la Mancha de cuyo nombre nadie quiere acordarse por no entrar en el fantasma de las mercancías estériles! —sus molinos eran gigantes, y sus rebaños de ovejas, soldados en orden de combate; o al revés, que ya ni sé ni me preocupa en este día aciago para la historia de España.

Los hombres son cazadores de espejismos. Saben tantas cosas sólo con mirar los artilugios que les presenta la vida, que pierden la perspectiva de lo que saben. Los días, las semanas, los meses y los años no se escapan de entre los dedos de las personas. Se escabullen del ciclo de una vida en la que cada persona debería tener derecho a decidir su propio destino.

Atando cabos, como existen muchos espejismos rotos y multitud de fantasmas que sobreviven, en esta conjura de los necios a las personas que vuelan en lo más alto de la política se les perciben mucho más grandes.
Ello nos hace revivir y nos convierte en cazadores de espejismos “agobiados por drones matones” como en el último álbum de Mortadelo y Filemón —creo que fue el último de los episodios que Francisco Ibáñez, el autor de cómics más popular y conocido de España, realizó a partir de 1958.

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